POR ERNESTO LÓPEZ DE RUEDA 

(@NODO_SFC)

Como sevillista me reconozco en la cualidad granítica del Sevilla Fútbol Club: indestructible, perdurable y sólido desde las costuras de su parto como entidad. Cuando se deshilachó como excepciones que confirman cualquier regla, allá, a lo largo del tiempo y de las generaciones, estuvieron sus sevillistas para remedar sus desangramientos, para rodearlo y protegerlo de las lanzas ajenas y en ocasiones de las propias torcidas.

Nadie le regaló nada, nació compitiendo contra los poderes del norte habida cuenta de que nadie en el sur pudo jamás discutir los suyos tras escasos y desafortunados encuentros. Encarna el Sevilla, por tanto, los restos de cualquier naufragio del orgullo andaluz, alberga en su seno a lo más granado de los irreductibles e indómitos sureños que jamás plegaron bandera ante el norte al que combatieron con tirachinas frente a sus acorazados cuando hizo falta, cada vez que cruzaron Despeñaperros a pasearse desdeñosos como acostumbran por otros lares. Aquí lo pagaron casi siempre muy caro.

Ahí están los genes del Sevilla FC, su más auténtico “de donde venimos”, la fuerza que revienta desde los corazones de nuestra gente y que teje un manto visible y perceptible que rodea a la entidad en su discurrir allí donde clava su pica.

Siendo el “de donde venimos” un referente en la manera de entender al Sevilla, admite varios usos. Uno de ellos goza de bula conceptual desde hace más de quince años. Logró su último y triste ascenso, pues cuestión degradante es bajar para tener que escalar alguien que ya conquistó hace más de 80 años su derecho a competir contra los mejores, el club en la primavera de 2001. Discurrieron ya 15 temporadas desde aquel hecho y en pleno desarrollo la número 16, la cuarta parte de todas las que se desarrollaron en el siglo XX o la quinta por tanto del total de ligas disputadas. Y estos son los poderes del Sevilla en este período.

Período de tiempo nada baladí, más de media generación, depósito de sueño de muchos, rincón de pesadillas para otros tantos. Y parece que ese proclamado, esputado a veces, “no olvidaros de dónde venimos” se circunscribe a los seis años mortecinos de una historia sevillista que ya transitó por otras noches tristes a la cortesiana manera.

(Continuará)