El Baby Blues de Monchi
by alvayanes • 3 junio, 2016 • Fútbol, Sevilla • 3 Comments
(Escuchando de fondo “Dulce Condena” de Los Rodríguez)
Tras el éxito cosechado en 1991 con Blood Sugar Sex Magic, gracias principalmente a Give it Away y Under the Bridge, los Red Hot Chili Peppers entraron en una fase sombría. Su guitarrista principal se marchó, Anthony Kiedis (su cantante) volvió a engancharse a las drogas y la creatividad dejó paso a unos años tremendamente convulsos hasta que en 1995 sacaron nuevo disco. Raro y más apreciable con perspectiva, dicho sea de paso, pero nuevo material que los volvía a poner en órbita. En una entrevista previa, Kiedis dijo que el nuevo álbum se llamaría “Post coitum animale triste est” como un claro guiño a lo que había pasado, aunque finalmente la compañía fue más cauta y desechó dicho nombre. Y es que aunque fue Galeno quien proclamó la teoría, el brocardo “post coitum tristia” cobró éxito en la época romana para explicar esa sensación de tristeza, soledad y melancolía en que se sumerge el hombre una vez realizado el acto sexual. Parece ser que tiene una explicación científica y física, aunque también filósofos o psicoanalistas como Espinoza o Freud disertaron sobre la cuestión desde el punto de vista de la mente. La liberación tras conseguir la meta puede producir sensación de vacío ante la falta de retos inmediatos.
Una de las manifestaciones adyacentes a todo esto puede ser, en mi opinión, la depresión post parto en la que caen algunas mujeres (y hombres). Lo deseas tanto que, cuando viene, el cuerpo reacciona de manera inesperada. Otra forma de entender lo que comentábamos de que «la liberación tras conseguir la meta puede producir sensación de vacío ante la falta de retos inmediatos», claro. Y es que los que tenemos hijos sabemos que nada hay comparable en este mundo a ello y que la alegría que te produce ver como hay un ser nuevo al que tú le has dado la vida no tiene parangón con nada. Pero aun siendo así, el fenómeno de la depresión post parto es algo en el que un apreciable porcentaje de la población cae, tal vez, por la famosa dicotomía entre el placer y la tristeza, entre la tragedia y el humor en el que todos estamos sumidos. Pocos sitios hay donde se cuenten más chistes que en un tanatorio.
Foto orgullodenervion
Lo que le haya pasado a Ramón por esa cabeza solo lo sabe Ramón. Nadie más. Todos los que de una u otra forma estamos metidos en el mundillo sevillista sabemos cosas con mayor o menor enjundia que, imagino, tendrán algo de cierto en el fondo. Un gazpacho de situaciones que han generado la tormenta perfecta en este mar de ilusión, sosiego y felicidad que hasta el lunes pasado era el Sevilla FC convertido ahora en dudoso futuro. De este lodazal de barro donde gurús, revanchistas, aprendices de periodistas y frikis varios se han movido como pez en el agua, solo saco una cosa en claro: lo que le haya pasado a Ramón solo lo sabe Ramón. El resto solo podemos emitir una opinión con desigual fundamento tras atar cabos.
El futbolista, el profesional, el entrenador, el director deportivo, son personas privilegiadas. Absolutos privilegiados. Millonarios que están donde todos ansiaríamos estar. Pero, ante todo y como se ha comentado aquí cientos de veces, son personas. Como tu y como yo, con sus virtudes, sus defectos, sus miserias, sus grandezas. Ni son Dioses ni tienen una burbuja revestida de un material impenetrable que los aísle de la humanidad frágil inherente a cualquiera. Con sus sentimientos, alegrías, lloros, tristezas, soportan problemas amplificados por el hecho de la presión brutal que conlleva estar en un puesto de una responsabilidad como la que tienen. Si yo tuve un día difícil en lo personal o laboral, cuando me acuesto pongo la radio deportiva un rato y procedo a evadirme; si es Monchi el que lo tiene, se acuesta y cuando pone la radio, oye como hablan de él.
Todo ello se multiplica exponencialmente en personas del carácter de Ramón Rodríguez. Porque si algo define a Monchi, y no hace falta conocerlo en profundidad para asegurar que es así, es que es un tío emotivo y pasional. Y para los que compartimos esas características, que un chaval de esa carga emotiva triunfe como nadie en este mundo de tiburones ávidos de hacer dinero con todo, es un motivo de orgullo y satisfacción. En principio, el crucial puesto que ocupa debe llevar anudada una carga de hijoputez y frialdad importante, pero curiosamente, Monchi, el número 1 mundial en su profesión, está en las antípodas de ello porque no se puede ser más emotivo y pasional que este hombre. Además, qué coño, es que es de los míos. No se puede ser más sevillista.
Mi opinión, siempre partiendo de la base que lo que le haya pasado a Ramón solo lo sabe Ramón, es que post coitum tristia. O depresión post parto, en este caso, depresión post título. Como dijo el propio Monchi, hemos visto muchas similitudes entre Basilea y Eindhoven. Ha sido una campaña dificilísima donde el Sevilla ha tenido que reinventarse y pelear contra viento y marea en una temporada donde ni tan siquiera haber ganado dos Europa League hacía que el histrionismo sevillano se relajase; a Unai se le arreaba como no hay en los escritos o al propio Monchi se le cuestionaban fichajes como Nzonzi o Mariano porque tardaban en acoplarse. El otoño e invierno suena a prehistoria pero, teniendo un poco de memoria, todos recordamos lo de estos últimos meses.
Pero todo cambió y llegó la gloria. Ya saben: la liberación tras conseguir la meta puede producir sensación de vacío ante la falta de retos inmediatos. Después del éxtasis, Monchi petó. El lunes en el Consejo, y tras perfilar las líneas maestras de la palpitante temporada que se avecina, Monchi reventó de repente. Tras el éxito, tras la grandeza, tras el título y las celebraciones, llegó la angustia, desazón y melancolía. Post coitum tristia. Porque es una persona, no solo con los “defectos” que todos tenemos sino, para situaciones como ésta, aumentados por la tremenda carga de emovitividad que preside la mente del León San Fernando. Lo que ha hecho ahora ya tuvo sus ramalazos anteriores (fichaje por el Almería, mudanza a Inglaterra…) por lo que, aunque resulte sorprendente la bomba que Quintero destapó el lunes noche, en el fondo tampoco es tan extraño. Fríamente, y aunque a todos pilló con el paso cambiado, esto podía pasar. Así que, y tomen la metáfora como tal, Monchi ha sufrido una enfermedad que años antes asomó la patita. Pero, en mi opinión, el paso de las horas demuestra que no se ha cruzado la línea de la depresión post parto, sino que se ha quedado en “Baby Blues”. Tomo la definición de esta web especializada
El “baby blues” no tiene una gran importancia clínica al margen del ligero desasosiego que produce a algunas madres experimentar cambios emocionales drásticos pasando de la alegría a la tristeza, rompiendo con las expectativas que el nacimiento del bebé habían generado. La creencia de que la llegada de un bebé traerá consigo únicamente felicidad, y la experimentación de ese estado de tristeza y melancolía los primeros días tras su nacimiento, resulta desconcertante.
La depresión postparto supone un problema de naturaleza diferente al “baby blues” o tristeza postparto, en primer lugar por la temporalidad del mismo, puesto que en lugar de resolverse en unos días, puede llegar a durar entre 2 semanas y varios meses.
Si el Sevilla FC es la marca, Monchi es la imagen. Ahora mismo no se entiende uno sin el otro. A ello está condenado Ramón Rodríguez, y lo sabe. Lo sabe él y su familia, los Rodríguez, que viven en el Sevilla FC su Dulce Condena, que debe estar terminando de sonar, si pinchaste el enlace del principio. Porque no hay nadie más sevillista que Monchi, uno de los nuestros. Y nosotros, a este hermano que está pasando por su Baby Blues particular, no podemos más que apoyarlo para que jamás olvide que aquí está nuestro hombro, el de la afición para que se sustente en él, ahora que más lo necesita. Ese que tanto gloria nos ha dado con su trabajo, que prefirió ser rico en emociones aquí antes que multimillonario en dinero allí, pasa por un momento delicado por lo que lejos de buscar tragedias, explicaciones, culpabilidades o situaciones destructivas, echemos el balón al suelo y humanicemos al ídolo. Ese que vino de San Fernando para pentacampeonar al virginal Sevilla europeo.
Cada vez que toco un poco fondo,
cada vez que el tiempo vuela,
un recuerdo más que pasajero,
otra ilusión que llega.
cada corazón merece una oportunidad,
Arrebato de escudo, bandera y sevillismo. Hazlo otra vez, León.
Contigo a jierro.
Pues sí, es comprensible que Monchi tenga bajones, pero aquí lo que ha desconcertado al aficionado son las formas y el momento. El momento no podía ser el peor, cuando días antes se mostraba eufórico y deseando de conformar una plantilla, y además, cuando Castro estaba pasando por graves problemas familiares. También es extraño que solicitara que no se tuvieran en cuenta los 5 millones de la cláusula de rescisión. Si no tenía pensador ir a otro club, no debería importarle.
Entiendo que quiera irse. También entiendo que nadie es imprescindible, aunque la marcha de Monchi sería un fuerte varapalo para la entidad. En fin, esperemos que todo quede en un susto y que nuestro Director Deportivo se recargue anímicamente para que pueda seguir muchos años.
Por cierto, creo que es «post coitum tristitia», y no «tristia». A ver si me encuentro un romano y salgo de dudas. 🙂
Muy buen post.
Un saludo.
Ciertamente, Álvaro, solo lo sabe Monchi.
Pero los que, solo somos sevillistas, y le apreciamos, sin disfrutar de su amistad, creo que merecemos su explicación. Porque su silencio, no le beneficia a él ni al Club, ni en consecuencia a nosotros.
Seguro que, con el corazón por delante, la mayoría le entenderá.
No quiero extenderme más, porque seguro quedarán muchos episodios por leer, de esta herida sin cerrar. Solo un pequeño apunte.
Sabíamos que los antecedentes estaban ahí, y quizá por ello la cláusula, pero… si le conoces, y alardeas de ser su amigo…
¿Cómo le puedes destapar esa bomba a tu amigo, Quintero?
¿Amistad, o interés comercial?
Salud y Sevillismo.
Depresion Post Parto. Bueno, esperemos que la supere.Tiempo