• Los compadres y el tanque blanco

    by  • 16 noviembre, 2013 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 6 Comments

    POR EL TRINCHE CARLOVICH

    (Escuchando de fondo la versión acústica de «Black and White America» de Lenny Kravitz)

    Aunque a día de hoy no tiene una selección fuerte, los amantes del fútbol histórico conocerán que el balompié peruano setentero alcanzó un nivel brutal, tal vez el mejor de su historia. Por ejemplo, y bajo la dirección del profe Marcos Calderón, se proclamaron vencedores de la Copa América del 75, en una edición que se jugó a partidos de ida y vuelta donde el combinado peruano eliminó en semis a Brasil tras derrotarla 1-3 en Belo Horizonte. Según muchos entendidos de la época, el mejor mediocampo ofensivo del mundo en el Mundial 78 no era ni el del campeón Argentina, ni el de la Holanda de Cruyff ni el de Alemania del joven Rummenigge ni el brasileiro de Zico. El fútbol más alegre lo dibujaba Perú. Era un equipo donde “el patrón” Velásquez hacía la raya en mediocampo con su 1,90 para que Teófilo “el nene” Cubillas (mejor futbolista peruano de la historia), “el cholo Sotil” (el George Best peruano) y César Cueto (otro apodado “poeta de la zurda” del que dicen que técnicamente era mejor que los otros dos) se encargaran de la magia.

    Todos esos jugadores estaban en el Alianza Lima por lo que no es de extrañar que arrasaran en varios campeonatos peruanos de esa década. Pero el equipo se desmembró tras el Mundial de Argentina ya que el veterano Hugo Sotil (que llegó a Alianza procedente del Barça de Cruyff donde portaba nada más y nada menos que el 10 a la espalda), se fue a Colombia junto con César Cueto o Cubillas se marchó al calor del dólar para enrolarse en el Fort Lauderdale Strikers equipo las viejas glorias como Gordon Banks, torpedo Muller o George Best. Todo ello propició que tras el bicampeonato 77-78 la institución emprendiera una compleja travesía en el desierto. Sin embargo, a mediados de los 80 la entidad del barrio de Matute decidió cambiar el rumbo regenerando el plantel e inundando el primer equipo de críos de las inferiores. El encargado de rematar la reinvención del Alianza Lima sería el ex seleccionador Marcos Calderón.

    (elcomercio.pe)

    Bajo la estética de los Jackson Five, una suerte de chavalería mulata jovencísima y descarada entró como un torbellino en el primer equipo. Fue una generación espontánea de imberbes la que sacó Alianza, en los que destacaba Luis Antonio “el potrillo” Escobar (en la foto, el de las tobilleras blancas por encima de las medias). Zurdo finísimo de rapidez endiablada, pegada brutal e instinto asesino, Escobar debutó con el primer equipo un 26 de mayo de 1984 cuando sólo contaba con 14 años (aunque algunos dicen que tenía dos más) en un partido donde también lo hizo su “compadre” Bustamante del que luego hablaremos. Desde el principio se vio que era un jugador para marcar una época, explotando definitivamente en 1985, temporada donde fue convocado para la Sub 16, el combinado juvenil y la Selección absoluta (único en la historia). En ese año todavía no desarrolló su faceta de goleador al tener por delante a La Rosa, Rey Muñoz, Mejía y otros delanteros referencias en el equipo aliancista, pero su protagonismo en el equipo fue in crescendo, hasta que se destapó cuando el profe Calderón llegó en el verano del 87 y le dio galones de estrella. Lo puso de delantero puro y el potrillo sacó todo lo que llevaba dentro. Con 18 primaveras, Luis Escobar disputó 144 partidos oficiales con Alianza en los que marcó 50 goles

    Su compadre era Carlos “el pacho” Bustamante (en la foto, en el centro). Era un un par de años mayor que Luis, debutando en el mismo partido de mayo de 1984 contra Octavio. En las inferiores jugaba de delantero centro, pero pronto se vio que rendiría mejor surtiendo de balones al potrillo. Era el típico humilde jugador que estando a la sombra de Escóbar se sentía cómodo con su rol de genio secundario. Un futbolista que cuando estaba no recibía las flores, pero que cuando no jugaba todos lloraban su falta. De vez en cuando se desmelenaba (como por ejemplo cuando Perú le ganó 2-1 a Argentina en el 86, con golazo a Sergio Goycoechea incluido), pero en su sencillez se encontraba más cómodo asistiendo a Escobar. Si “el potrillo” era Oliver Aton, “el pacho” era Tom Baker. Aunque de carácter distinto (Pacho era muy educado y risueño y Luis fue un chaval de carácter difícil) se complementaban a la perfección siendo como hermanos dentro y fuera de la cancha por lo que el apodo de “los compadres” hizo furor. Aunque jugaban en Primera División y luchaban por el campeonato nacional, en el fondo eran unos niños enamorados de este maravilloso deporte que en cuanto terminaban el entreno comían rápido en el bar de Rosita para irse al parque a jugar la sagrada pachanguita del jueves a las 16:00 con los amigos.

    Como decimos, en los años 85-86 los compadres fueron asumiendo protagonismo ofensivo en detrimento de algunos veteranos y de vez en cuando destapaban el tarro de las esencias para machacar al que se pusiera por delante. Golearon en algunos clásicos contra Universitario (4-0 y 5-1 con los dos primeros de Escobar), o al Sporting Cristal que se llevó un set en su visita a Matute. Pero al equipo le faltaba la consistencia necesaria para ganar el campeonato. En el 86 quedaron segundos por lo que la directiva le dio las riendas técnicas al experimentado Marcos Calderón para la temporada 1.987 donde los 18 años de Escobar y los 20 del Pacho serían la piedra angular de un seguro equipo campeón.

    La tercera esquina del triángulo era el contrapunto ideal de ese equipo. Llegado al club en 1987 por petición expresa de Calderón, el “lunar blanco” era Alfredo “el tanque” ”Tomassini. Entre esa chavalería bajita y de color, criada en suburbios del Perú de los 70, Tomassini era un jugador blanco, de una altura y fortaleza considerable y criado en una familia de posibles. El tanque era un ariete puro, un jugador distinto en esa camada de jugones. Siguiendo con la metáfora anterior, el Mark Lenders de estos Campeones. Su fortaleza era el contrapunto perfecto a la sutileza, técnica y pillería de Escobar y Bustamante. Aunque algo mayor que los compadres era también muy joven (22 años) y aunque le costó encajar dentro del grupo de pillos negritos (al principio tuvo algún enfrentamiento con Escobar), sus goles ayudaron a que se integrase rápidamente en el plantel.

     

    (historiablanquiazul)

    Junto a los compadres y al lunar blanco, Alianza equilibró un equipo gracias a la calidad en mediocampo de Reinoso y de José “Pelé” Casanova y a la contundencia defensiva de Reyes, Willy León y el “Gino” Peña. Junto a estos niños, los treintañeros “Caico” Gonsález y “la pantera” Mendoza, portero del equipo desde hacía 14 temporadas y superviviente del Alianza que ganó varias ligas en los 70, propiciaron que se conformara una escuadra dispuesta a asaltar el campeonato.

    Con ese equipazo empezó la temporada de 1987 donde parecía que Alianza iba a volver a saborear las mieles del triunfo de la mano de Calderón, por primera vez en la década. El día de la Inmaculada Concepción de ese año, con una humedad brutal y 38 grados, el equipo visitaba al patatal de Pucallpa en plena selva peruana en uno de los partidos más difíciles que quedaban. Dos bajas tiene el equipo por lesión: el «colibrí» Rodríguez (en la foto de arriba, el de la esquina que está junto a Escobar) y el mediocentro Reynoso que sería sustituido por el pujante juvenil Aldo Chamochumbi como compañero de Casanova y Bustamante en el mediocampo. Corría el segundo tiempo de un feo partido cuando un solitario gol de vaselina del Pacho Bustamante a pase de Escobar, colocaba al equipo de Matute como puntero en solitario del campeonato a falta de tres jornadas. El equipo decide volver ese mismo día a casa en un Fokker de la Marina Militar donde embarcan 43 personas: 16 futbolistas, 6 técnicos, 4 auxiliares, 8 aficionados, 3 árbitros y 6 tripulantes.

    Cuando uno recuerda tragedias aéreas de equipos de fútbol, nos viene a la cabeza la del Manchester United del 58, la del mítico Toro del 49 o incluso, la de la selección de Zambia de 1993. Pero ha habido más como, por ejemplo, la del P.Tashkent del 80 (donde nuestro Hatzipanagis jugó hasta pocos años antes) o la del Alianza Lima del 87.

    Llegando a su destino, el Fokker-27 militar con 43 personas donde viajaba el equipo, tuvo un accidente cuando llegaba a la costa de Ventanilla, precipitándose al océano. Los equipos de rescate salieron en su búsqueda pero no se encontraba nada hasta que uno de ellos vio los restos del avión en el mar y al piloto Edilberto Villar agarrado a un madero. Junto a él, Alfredo Tomassini. De los 43, los dos únicos supervivientes.

    En cambio, sólo pudieron rescatar a Villar. La versión oficial que dio el piloto es que el tanque tenía rota una pierna y que se ahogó finalmente antes de que bajaran los equipos de rescate. La investigación se cerró con el piloto vivo y 42 fallecidos de los que se rescataron 37 cadáveres ya que los cuerpos de León, Peña, Bustamante, Escobar y Tomassini nunca aparecieron. El país entero quedó conmocionado por la tragedia aunque Alianza decidió terminar el campeonato. El equipo hermano de Colo Colo le cedió jugadores, completando Reynoso, el colibrí, algunos suplentes y otros jugadores de las inferiores. A ellos se les unieron leyendas aliancistas como César Cueto, Velászquez o Cubillas que se volvieron a calzar las botas para ayudar a su querido club. Alianza Lima finalmente quedó subcampeón tras Universitario.

    En unos días se cumplen 26 años de la tragedia del Fokker y las incógnitas siguen siendo máximas. La versión oficial es que hubo un error humano que desembocó en accidente. Pero, como un árbol, hay más versiones cada una de ellas que lleva a ramificaciones distintas, lo cual no es extraño porque el informe de la Marina peruana deja multitud de incógnitas e incongruencias lo que ha dado pábulo a infinidad de preguntas sin responder Cual Madrugá sevillana del 2000, encuentras en la red leyendas urbanas de todo tipo, desde las más estrambóticas a otras creíbles. La más impactante es la que desgrana en su excelente trabajo Aldo Panfichi Doctor en Sociología por el New School for Social Research, USA. Profesor Principal del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Víctor Vich Doctor en Literatura Latinoamericana por Georgetown University, USA. Profesor Auxiliar del Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú en su trabajo “Rumores y Fantasías Sociales. La tragedia de Alianza Lima”.

    la historia más común fue la que aseguraba que el avión de la Marina traía grandes cantidades de cocaína escondida en sus bodegas. Se dice que, en pleno vuelo, los jugadores aliancistas se habrían percatado de tal hecho y habían amenazando a los oficiales con denunciarlos públicamente. Por lo mismo el descontrol dentro del avión fue tal que los militares decidieron ejecutar a los jugadores fusilándolos sin compasión Ello ocasionó el accidente antes de aterrizar.

    Ahí se recogen testimonios sobrecogedores. Por ejemplo el de un periodista deportivo que dijo

    Unas personas de la Marina nos contaron que era la tercera vez que ese avión venía de Pucallpa y que en las dos anteriores vino con coca. ¿Dónde está el piloto? ¿Por qué no declaró? En ese entonces no se podía decir nada, todo el mundo tenía miedo de hablar. Se dijo que el Dr. Orestes Rodríguez tenía un orificio de bala en la nuca; que Caico había sido baleado, y que algunas prendas de Marcos Calderón ni siquiera estaban mojadas. Seguro el avión traía coca y lo estaban esperando, por eso cuando quiso dar la vuelta lo derribaron; eso fue lo que sucedió”.

    En la red encuentras muchas más. Por ejemplo, voluntarios manifestaron que los dispersaron a balazos cuando fueron a prestar ayuda, que cambiaron las boyas de sitio o que los desorientaron. La realidad es que el juicio se cerró rápido y al piloto se le mandó a Australia a vivir. Hasta hoy

    ¿Y Tomassini? ¿Se hundió realmente el tanque aliancista? Esta es la parte más alucinante. La historia que murió ahogado cuesta creerla ya que Alfredo, como decimos, era una persona criada en una familia importante de médicos de cierta alcurnia. Y, curiosamente, era un nadador fabuloso ya que se graduó en el Colegio británico Markham como integrante de la Promoción XXXI, donde ganó Campeonatos de Natación. De hecho su madre Hella de Tomassini estuvo el resto de sus días buscando a su hijo. El reportaje que hizo la Ventana Indiscreta llamado “¿Dónde está Tomassini?” lo encuentran en youtube. Aquí la primera de las cinco partes.

    De las muchas versiones la más extendida es que ni se ahogó ni lo mataron, sino que lo hicieron desaparecer enviándolo a España. Varias personas aseveran haberlo visto como, por ejemplo, un ingeniero llamado Velarde, hincha furibundo de Alianza que, estando en Murcia, asegura que se cruzó con el tanque. Se acercó a él emocionado, pidiéndole una foto. ¡Alfredo! ¡Alfredo! El “presunto” Tomassini giró la cabeza pero dijo que él se llamaba Felipe, que lo confundía y se marchó corriendo de inmediato. Velarde siempre mantuvo que “ahora es fácil ver a sudamericanos en España, pero a finales de los 80 no era tan común. Sin lugar a dudas era Tomassini

    No creo que se conozca nunca la verdad de todo lo que pasó en aquel diciembre de 1987. Y aunque se sepa, las leyendas urbanas siempre estarán ahí porque en el fondo la fantasía social forma parte inherente del ser humano. Quien sabe si el piloto alguna vez cambiará de opinión y contará lo sucedido, si lo dejara escrito en sus Memorias dando orden de publicación cuando fallezca o si Tomassini estará vivo y alguna vez reaparecerá. Imagino que los compadres negros desde el cielo, interrumpirán su pachanguita para verlo si es que se produce.

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    6 Responses to Los compadres y el tanque blanco

    1. 17 noviembre, 2013 at 11:51 pm

      Asombrosa historia, me quedo sin calificativos para la misma.

      Supongo que como algunos de nosotros, conocía que exisistió la tragedia del Alianza de Lima, pero por desgracia para mí, (aliviada con creces en esta lectura), nunca me paré a saber más de aquel equipo Campeón.

      Felicidades una vez más al Trinche de turno.

      PD: Gracias por los enlaces externos que sin duda revisaré al completo.

    2. 18 noviembre, 2013 at 10:34 am

      Tremenda historia. Felicidades al autor

    3. Alvaro
      18 noviembre, 2013 at 8:21 pm

      Uno no sabe porqué, pero las historias sudamericanas llegan más que otras.
      Que el Alianza Lima se estrelló en el 87 era algo que conocíamos los aficionados al fútbol. Pero, como bien dices, cuando penetras en la historia te das cuenta de que había mucho más detrás. Por ejemplo, lo del potrillo. Un futbolista que con 18 años tenía el palmarés de Escobar nos da que pensar que se perdió un pelotero de talla mundial. De lo mejor de la historia peruana al menos.

      Por twitter, un seguidor aliancista ha leído el post y me comenta que se ha hecho una película de la tragedia. No tenía ni la más remota idea, por lo que he estado buscando y parece ser que el estreno será en diciembre de 2014

      http://www.libero.pe/alianza-lima-estrenara-su-pelicula-llamada-f-27-2013-11-14

      Habrá que buscarla llegado el momento

    4. 19 noviembre, 2013 at 7:49 am

      Esta sección engancha. Sobrecogedora historia e indignante a más no poder si me pongo en la piel de los hinchas de Alianza. Mis felicitaciones al Trinche.

    5. Sr Dirnei
      19 noviembre, 2013 at 10:07 am

      Si ya de por si la historia impresiona, lo hace aún más el hecho de todo lo que esconde, sobre todo teniendo en cuenta que es relativamente reciente. Muchos sabíamos de la tragedia del Alianza de Lima, pero creo que pocos en España teníamos el más mínimo conocimiento de quiénes eran Tomassini y compañía.

      Una vez más, mi más sincera enhorabuena al Trinche, por su labor de investigación y por la forma de contarlo.

      Esperando con ansia que llegue le próximo 16.

    6. 19 noviembre, 2013 at 12:26 pm

      Vaya historia. tremenda.

      Enhorabuena al Trinche. Se supera cada mes, y mira que cada vez el listón está más alto.

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