• Yonkis y gitanos

    by  • 10 octubre, 2014 • Literatura, Miscelánea, Sevilla • 5 Comments

    (Escuchando de fondo “Lust for life” de Iggy Pop)

    «Mira que se pueden hacer cosas con la polla en la mano. Se me ocurren un montón de cosas que hacer con la polla en la mano. Y a ti te da por hacer el ridículo, por ponerte trascendente. «Pues quedan cuarenta y cinco minutos para ser campeones», te dices en los urinarios del Philips Stadion. Cuarenta y cinco minutos que te separan de lo que llevas esperando toda la vida….»

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    Al blog ya lo que le faltaba para ser completito es meterse a realizar críticas literarias. Pero como dice el chiste, el gato es mío. Así que procedo a discurrir sobre semejante joya de la literatura bizarra sevillista, aun sabiendo que mis reflexiones sobre el particular deben quedar tamizadas por la amistad que me une con el autor.

    George Bernard Shaw dijo en cierta ocasión que “Para todo problema complicado existe una solución sencilla que está mal.“ Y así me sentí yo cuando leí la primera página del libro, el cual empieza con la cita que encabeza este post. A medida que me empapaba las primeras reflexiones del «Yonkis y Gitanos», ambientadas en unos aseos de Eindhoven el 10 de mayo de 2006 a las 21:30, tuve la sensación de que se me presentaba un problema absolutamente indisoluble. Un libro con ese nombre, ese diseño de portada y que empieza de esa forma te confirma lo que sabes si has leído a Pepe (@jeitit) en PEX: te gustará más o menos y te echarás más o menos veces las manos a la cabeza, pero lo que es seguro es que ya no vas a poder parar hasta acabarlo. En ese mismo instante, una noche cualquiera de finales de septiembre de 2014, reclinado en el sofá tras cenar de forma gloriosa en maravillosa compañía y con dos botellines helados en el cuerpo, sabes que estás en un momento mágico. Y como que hay Kanouté, eres consciente que esa noche no te vas al sobre sin haber terminado eso que tienes entre manos.

    Pero tras el shock, surge el problema. Ese que su solución estaría mal como anticipó desde el muy sevillista país de Escocia el señor Shaw dos siglos antes. Aunque en realidad, más que un problema yo lo catalogaría de paradoja: los escritos de Pepe Lobo son como un Cardhu junto al amor de tu vida al calor de una chimenea. No puedes parar de dar pequeños sorbos por lo bien que entra, pero sabes que si lo tomas rápido y en exceso, el momento mágico se acaba pronto. No hay que beberlo ni muy rápido ni en gran cantidad, por mucho que te guste, porque corres el riesgo de ciego por sobredosis. Digamos que surge una paradójica peligrosa ansiedad de la belleza. Porque la cantidad de datos culturales que te incluye en todas y cada una de las anécdotas que ilustran el librito te instan a que reflexiones sobre el particular. Y si lo has vivido, peor, porque el que suscribe sabe de lo que Pepe habla. Por edades parecidas (yo ligeramente mayor) y por coincidencia de locura infantil sevillista exacerbada. A mi tampoco se me podía hablar un lunes en el colegio si perdía el Sevilla o también he cruzado la vía del tren (sí. La vía. Literalmente) tras pasar por el hueco que había en el muro detrás del campo mítico del San José Obrero, allí donde Don Joaquín Caparrós Camino empezó a impartir su magisterio a principios de los 80.

    Por tanto, si usted va a leer el «Yonkis y Gitanos», debe saber que si lo hace de un tirón estará obrando mal. Y si lo va dosificando en el tiempo, también. Yo, al final, opté por la tercera vía: ni sí, ni no, sino todo lo contrario. Me lo pimplé en tres sentadas aunque, la verdad, tampoco lo puedes estirar mucho más. No estamos precisamente ante un tocho tipo “Guerra y Paz”

    Entrando ya en el formato, hablamos de un libro pequeño, manejable y cómodo de leer. Yo lo compré el día que salió en la Beta de Hernando del Pulgar, que es la callecita que hay bajando la calle Oriente como si vas desde la antigua ubicación de la Cervecería Europa hasta Casa Paco. Tengo el honor de haber adquirido el primero que se vendió allí: de hecho, el librero lo tenía medio escondido y tuvo que buscarlo, con la ceja como Ancelotti cuando le dije el título del manual. Hace unos días fui por otro para regalárselo a un amigo y ya no había que rebuscarlo; en el mismo mostrador, presidiendo, había un montoncito de aproximadamente 5-6 ejemplares. Iba bien de tiempo, por lo que aproveché para pegar la hebra unos minutillos con el librero. El tío estaba alucinado con que un libro de semejante título (“oye. Que aquí casi todos somos sevillistas, pero es que el nombrecito…”) hubiera tenido que ser repuesto ya en tantas ocasiones (“y mañana me traen otra tanda”). Si es extrapolable al resto de puntos de ventas, el éxito debe estar siendo inesperado, tanto para Pepe como para Libros del KO, editorial de evidente buen gusto que ha apostado por esta serie de libros en una sección llamada “Hoolligans ilustrados” por gente tan interesante como, por ejemplo, Jabois para hablar del Madrid o Enric González para hacerlo del Español.

    Del autor, poco que decir que no sepan. Casi todos los sevillistas que paran en esta casa, conocen a Pepe. Él que fue quien puso la primera piedra con sus tweets en aquella noche de mediados de marzo hasta que todos nos lo creímos. Este blog, pausado generalmente en sus comentarios, jamás se rompió tanto la camisa de forma previa y nunca estuvo tan cerca de que le metieran el pecho para dentro como con aquel «Sevillismo de finales y parpadeos» que empecé a incubar al salir de Nervión en aquella funesta noche y que Pepe me terminó de envenenar con sus gloriosos tweets y el famoso «aquí no se para» que quise homenajear. Por tanto, sabemos de quien estamos hablando por lo que no hace falta destripar el libro, ni ser un lumbreras para saber de qué va, el tono en el que está escrito y que, si te gusta PEX, (sobre todo en esta época más pausada que la salvaje inicial) vas a alucinar con el mismo.  Vasta cultura -aunque si lo pongo con “B” tampoco hubiera cometido una herejía- en un libro donde se mezclan una serie de anécdotas escritas con el gracejo habitual de Pepe, salpimentadas con sensaciones donde se mezclan el caos, la locura, el derrotismo, la superchería, la grandeza y los sentimientos. Un repaso imprescindible para todos: para los que crecimos en ese Sevilla previo al de los grandes títulos y para aquellos que no han visto otra cosa que gloria. Un ejemplar para inmensas minorías. Unas líneas que, probablemente, la exigua mayoría no llegue jamás a entender. Como debe ser, por cierto. Porque para eso los normales no entienden nada.

    Cuentan las lenguas antiguas que un 14 de octubre, el libro será presentado en «La Mercería» (C/ Regina)

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    5 Responses to Yonkis y gitanos

    1. 10 octubre, 2014 at 9:32 pm

      Cuando “Yonkis y gitanos” llegó a mis manos; y observé el primer párrafo del libro (el que se anuncia en la cabecera), sabía que no podía parar de leer. Es lo que tenemos los “yonkis”, que nos enganchamos rápido; y si nos dan “droga” sevillista de la buena, pues peor; o mejor, en este caso; y Pepe sabe proporcionarnos esa droga.

      Dicen, que los grandes perfumes vienen en tarritos pequeños; cierto. Pero este “Yonkis y gitanos” ha sido demasiado escueto, apenas hemos podido “colocarnos”, eso sí, la “droga” de muy buena calidad.

      Aunque el libro se disfruta, se paladea; se “dulcifica” demasiado. Conociendo el estilo de @Jeitid, y tal como se inicia el libro, uno esperaba más heavy metal.

      Y hablando de tu post…¡joder! gratos recuerdos ese campo de San José Obrero. Si uno echa una mirada retrospectiva se dice “¿en qué carajo pensaba mis padres?”, ay si pilla esta época, ya estaría yo bajo custodia de los servicios sociales, porque dejar en manos de un chaval de poco más de 20 años, Rafa; entrenador del equipo alevín UD AAVV Unidad del Polígono San Pablo, a un grupo de niños de apenas once años, caminar desde el campo del Polígono, sito frente a la pista de atletismo de San Pablo, para cruzar las vías del tren y colarse por un hueco del muro que dividían las traviesas del tren y el campo, recorriendo el sentido inverso de “el camino de los sevillistas”.

      Buena crítica literaria, aunque no somos muy subjetivo; y gracias por el recuerdo del antiguo campo del San José Obrero.

      Y hablando de campos desaparecidos. Antes de la transformación de la ronda del Tamarguillo, ¿recordáis los dos o tres campos que existían a lo largo de la avenida en la isleta central antes del ensanche? Yo recuerdo haber jugado, en uno existente entre la subestación de Sevillana del Cerro y la esquina de piscina Sevilla, frente al Andévalo (un colegio de Nervión).

      • jose
        13 octubre, 2014 at 5:00 pm

        Alli se encontraba el campo del Nervión que estaba pegado a la cárcel, después el de los tres barrios y el siguiente era el de hispalis pegado al matadero.

    2. Juan
      10 octubre, 2014 at 10:50 pm

      Buenas noches,

      Muy cerca de ese campo de fútbol, había una piscina escondida entre frondosos árboles que era y ha sido uno de mis lugares fetiches preferidos. Decían que era una piscina sólo para mujeres donde estas se bañaban en bolas o en pelota picá.

      Los agujeros del muro para ir al Sánchez-Pizjuán los guardo en la memoria con mucho cariño. Esos días de lluvía corriendo por las vías con tu padre dándote voces para que dejarás de hacer el carajote y cruzarás rápido…

      Ya voy a estar comprándolo.

      er caracó lento.

    3. Alvaro
      11 octubre, 2014 at 8:30 am

      A/A David: ¿Ahí podía jugar el Estrella Santa Teresa?

      A/A Juan: El caso es que ese mito me suena levemente, Juan… ¿Más o menos por donde están los bloque pisos nuevos (bueno, ya no tan nuevos) que dan a la calle Esperanza de la Trinidad?

      Gracias por los coments

    4. Pingback: Gitanos traficando con yonkis | Palanganismo exacerbado

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