• Yo vi a Messi

    by  • 7 abril, 2017 • Fútbol, Sevilla

    (Escuchando de fondo «Corazón de tiza» de Radio Futura)

    Uno de los principales sesgos que nos acompañan a muchos sevillistas de cierta edad (digo «nos» porque yo también lo sufro) es la tendencia a considerar los hechos pasados como mejores de lo que realmente fueron. Esto se da, básicamente, cuando contamos historias de futbolistas de nuestra niñez o adolescencia, periodo vital proclive a elevar a la categoría de ídolo a mas gente de la que se lo merece. Y es que tenemos la mala praxis de idealizar a determinados jugadores de nuestro pasado, de los cuales glosamos unas presuntas leyendas como si de fantásticos futbolistas fueran, cuando objetivamente hoy no serían ni suplentes de los actuales suplentes. Es un sesgo bastante normal fruto de la prístina candidez infantil, desde el punto de vista aséptico hasta poco censurable, pero tan real como la Sala de Trofeos del Ramón Sánchez-Pizjuán.

    No voy a dar nombres de los idealizados. Primero, porque cada uno tenemos los nuestros, y segundo porque no es plan. Pero si, por ejemplo, de uno de los infravalorados para intentar ilustrar esto que comento. Y lo hago porque el chaval, al que no conozco, además de futbolista de leyenda es para comérselo. Me refiero a Coke, un tío al que se le dio toda la caña del mundo y más, cuando, indudablemente, es uno de los mejores futbolistas de la historia del Sevilla en su puesto. Y no exagero: miren su currículum, repasen su participación en la última época gloriosa, revisen la quinta Europa League (no el tercer y cuarto puesto del Torneo del Olivo, no. La puta final de la Europa League contra el Liverpool) y díganme un lateral derecho más decisivo en los últimos, no sé, sesenta años de la historia del Sevilla, Dani Alves aparte. Y no hablo de más tiempo porque casi ninguno de los que vieron los anteriores están entre nosotros y comparar de oídas resulta poco ajustado.

    Este sesgo mental de idealización del pasado se llama «Efecto de retrospección de Rosy» o, simplemente «Efecto de color rosa». Ni es una cosa exclusiva del fútbol, ni por supuesto lo es de los sevillistas. Este prejuicio mental que hace que recordemos lo anterior como algo maravilloso (de color de rosa) o, simplemente, mejor de lo que realmente fue, se da en muchos órdenes de la vida. El dicho que «cualquier tiempo pasado fue mejor» es una falaz tautología que acredita cuan benignos son los que lo afirman y las dudosas ganas de mejora que tienen de cara al futuro.

    Pero en sede sevillista, que es para lo que estamos aquí, hay uno con el que no va a pasar. Porque él fue Messi. Cuando dentro de 20, 30, 40 años hablemos de Ramón Rodríguez Verdejo no lo vamos a recordar mejor de lo que fue, simplemente porque es imposible ser mejor de lo que fue.

    Monchi

    (Foto @marina_ruiz_ Otra Messi en lo suyo)

    Ni un párrafo voy a dedicar a comentar sus éxitos porque si son de sobras conocidos a nivel mundial (raro es el país del primer mundo futbolero que le no dedicó reportajes en sus principales periódicos o se asombró de sus métodos) como para no serlo para nosotros que los hemos saboreado en primer plano. Solo hay que ver que estábamos de finales como de cortijos y como deja las vitrinas en su marcha. Solo hay que echar un vistazo a las telarañas que anidaban en la contabilidad y como Villanueva expone en la Junta ahora con el churro al aire. Solo hay que ver que los de mi generación hemos visto defender nuestro escudo a Kanouté, Bacca, Dani Alves, Palop, Vitolo, Banega, Renato, Nzonzi, Luis Fabiano…..

    Pero Messi, cansado de ciertas cosas (como para no estarlo), se va. Por higiene mental, este buen chaval de 48 tacos quiere iniciar nuevas aventuras, comenzar nuevos proyectos, empezar una nueva vida. Y lo hace rodeado de cierta polémica, como no puede ser de otra forma en el sempiternamente autodestructivo Sevilla Fútbol Club (como dice mi amigo Pepe, 58 fueron pocos años entre final y final), donde algunos tiesos, cortos de miras o simplemente pobres de espíritu, pedían que abonara hasta el último céntimo de su cláusula de rescisión. Es decir: que a una de las personas más importantes de la historia del Sevilla hay que tratarla como a un Kondogbia cualquiera. O sea: que mientras sin saber muy bien porqué le damos cientos de miles de euros a Ex Consejeros que cambian o admitimos con resignación cristiana el uso de la entidad para fines que solo Dios sabrá cuáles son, con Monchi acabemos por las malas y, si hace falta, en una Magistratura de Trabajo para rapiñearle lo que pueda ganar Ganso en un mes, por decir algo. A un hombre que se quedó con nosotros cuando tuvo ofertas que le daban en un año lo que aquí ganó en diez. Además de sacarlo por la puerta de atrás, cerrársela para siempre evitando así la posibilidad que Messi vuelva. Ole.

    No me extiendo, león. Hace seis meses ya escribí lo que pensaba sobre este sampaolil problema final (lo leíste, me consta) por lo que no me repetiré, al no haber variado tu idea ni la mía ni un milímetro en todos estos meses. Puente de plata, antes, ahora o mañana, que para eso te lo ganaste con tu profesional dedicación, lo cual al final fue admitido por una entidad con altura de miras como la nuestra. Y hoy, a escasas horas de que pises (quien sabe si) por última vez el césped del Ramón Sánchez-Pizjuán con nosotros, los que llenamos las gradas, presentes, me apetecía expresamente mostrarte mi hasta luego deseando, como hacen los agradecidos biennacidos, los mejores deseos hacia una persona que fue tan respetuosa y cordial como tu en el trato corto y que tan feliz me hizo como sevillista en este siglo.

    Si. Hasta luego. Porque nunca olvides que, como canta Auserón, aunque al revés se dice Roma al derecho se dice Amor. Y que tu amor, quieras o no quieras, del derecho o del revés, es y será siempre el que es.

    Cuídate mucho, fiera.

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