• Canhoteiro, la zurda que Brasil no quiso enseñar al mundo

    by  • 16 agosto, 2014 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 4 Comments

    POR EL TRINCHE CARLOVICH

    (Escuchando de fondo Canhoteiro de Fagner e Zeca Baleiro)

    La libertad es una sensación. A veces puede alcanzarse encerrado en una jaula, como un pájaro”. Esta frase de Camilo José Cela parece concebida para explicar el origen de la pierna izquierda más exquisita que ha dado Brasil y sirve a la perfección para definir la vida de nuestro protagonista. José Ribamar de Oliveira, “Canhoteiro”, la zurda que Brasil no quiso enseñar al mundo.

    Dicen los entendidos en tauromaquia que con la derecha se puede torear muy bien, pero que la magia está en la zurda. En el fútbol pasa igual. El zocato emana un aire distinto, una estética natural, innata. Una irracional elegancia que hace que el balón detenga el caminar del reloj por un instante. Desconozco que tendrá el zurdo para el fútbol, pero como diría aquel, algo hay. Y si no cómo se explica el hecho de que, si de cada 10 personas solo una es zurda, con el balón de por medio el porcentaje se eleva al 25 %. Dos magos de la siniestra como Hatzipanagis o el chueco García han tenido ya su sitio en esta sección.

    Resulta curioso sin embargo que en el país de la técnica exquisita, las principales leyendas hayan sido diestras. Arthur Friedenreich, Pelé, Garricha, Sócrates, Zico, Ronaldo Nazario… Cierto que entre tanta grandeza algún zurdo hay (básicamente Rivelino), pero los diestros ganan por goleada. Parece como si Brasil se hubiera empeñado en llevar la contraria al resto del mundo, hasta el punto de hacer nacer diestro al mayor de sus talentos zurdos. Y es que Canhoteiro, que en portugués significa «zurdito», de crío le daba con la derecha.

    Nacido en el Brasil de los 30 en el seno de una familia humilde, ya desde muy niño comenzó a mostrar una habilidad innata con el balón. Todos sabían en el barrio que el pequeño José, el hijo de don Cecilio, era diferente a los demás, jugaba a otra cosa. En aquella época, los futbolistas no estaban bien vistos por la sociedad y su padre, temeroso de que su hijo fuera a errar en la elección del camino de la vida, le sometió a un férreo marcaje. Encerrado en una habitación, con los libros abiertos y su pierna derecha, la buena, atada a la pata de la mesa para que no se pudiera mover. Así pasaba las tardes José y paradójicamente así comenzó a sentirse libre. En cuanto su padre salía por la puerta, el niño apartaba la vista de los libros, se fabricaba una pelota de papel y comenzaba a dar pataditas con la pierna izquierda, la que le quedaba libre. Horas y horas encerrado en una habitación golpeando una bola de papel. Miles de embaixadinhas que forjarían la que hoy día es considerada mejor zurda de la historia del fútbol brasileño.

    Los intentos de don Cecilio por hacer de su hijo un hombre de honorable reputación fueron vanos y la fama de aquel menudo zurdito fue creciendo, primero en el equipo de su barrio, el Caroaté, y posteriormente en el Paysandú de San Luis. De aquellos años surgen su apodo y sus primeros contactos con su otra gran pasión, la música. Descubierto por un ojeador de Sao Paulo, realizó una prueba para el conjunto tricolor. Turcao, considerado uno de los defensores más duros del país, se ofreció para “probar” la valía del finísimo extremo. A la finalización del choque, se acercó a su técnico y le comentó”¿Qué le voy a hacer? Es bueno y rápido. Es bueno porque me regatea con la cintura y es rápido porque ni siquiera me ha dejado pegarle una patada. Que lo fichen”.

    Pronto comenzó a hacer las delicias de los aficionados que acudían en masa a ver en acción al inventor del “solavanco”, un regate con el que desconcertaba a sus rivales simplemente con mover el cuerpo. Su cintura los embaucaba, les mostraba el camino, arrancaba a correr con los pies clavados al suelo, con la pelota inmóvil, como cosida al borceguí. Sacudía al contrario, lo lanzaba despedido hacía el lado del engaño y dejaba el camino libre, quedando solos él y la pelota. Que se lo digan a Antoninho, exjugador de Palmeiras, que tuvo que ser retirado por lesión al caer por las escaleras de un Morumbí recién inauguarado tras sufrir los efectos de la devastadora cintura de Canhoteiro.

    (http://www.geocities.ws/andersonsan/omorumbi.htm)

    Míticos fueron sus duelos con Idario, duro lateral de Corinthians, al que según las crónicas regateó 14 veces de manera consecutiva en la final del campeonato Paulista del 57. A la finalización del encuentro, Canhoto, como avergonzado por lo sucedido, decidió invitar a su oponente a una copa, surgiendo desde aquel entonces una gran amistad entre ambos. Cuentan que incluso llegaron a un acuerdo, según el cual cada cuatro jugadas José se dejaría arrebatar una vez el balón. Así era Canhoteiro, el jugador que se quería divertir sin molestar, el que pedía a sus compañeros que no le pasaran más el balón para no humillar al rival.

    Por cierto que aquel Sao Paulo campeón del Paulista estaba entrenado por uno de los personajes más románticos de la historia del fútbol, el mítico Béla Guttmann, quien cuestionado por el motivo por el que dejaba fuera de las charlas técnicas a Zizinho y Canhoteiro, comentó “estos dos no necesitaban saber nada más, qué podía decirles yo”.

    (En la siguiente foto, alojada en el blog luizberto.com y escrita por José Oliveira Ramos -web a la que le estamos públicamente agradecidos por su cariño y disposición-, se puede ver a Canhoteiro vistiendo la camiseta de la selección. Está junto a un tal Pelé)

    Se acercaba el Mundial del 58 y el pueblo brasileño soñaba con que la delantera formada por Garrincha, Didí, Vavá, Pelé y Canhoteiro consiguiera arrancar de cuajo el estigma del Maracanazo. Pero durante una concentración de la selección, Canhoto, como ya había hecho en otras muchas ocasiones, abandonó la concentración para tocar de incógnito en un club nocturno. El gordo Feola, seleccionador brasileño, había impuesto un estricto régimen interno y no pasó por alto aquel acto de indisciplina, relevando al zurdo por Mario Lobo Zagallo. En palabras del cantautor Chico Buarque, Feola privó al mundo de ver la zurda de Canhoteiro; Brasil se guardó para sí su más preciado tesoro.

    Los que le conocieron dicen que en realidad aquello supuso una liberación para el paulista; algunos incluso dicen que provocó de manera intencionada el incidente, pues tenía verdadero pánico a volar y no estaba del todo convencido de acudir a un destino tan lejano como Suecia. Su Mundial debería haber sido el del 62, en Chile, un destino mucho más cercano, pero dos graves lesiones de rodilla, la primera en 1961, fueron apagando el brillo de su juego, sin que jamás llegara a recuperar su nivel.

    En el 63 marcha a México donde se une a un grupo de mariachis para seguir compaginando música y fútbol, sus dos grandes pasiones. Tres años después regresa a su país y tras pasar por varios equipos modestos, se retira en el 68. Arruinado y preso del alcohol, malvive como puede hasta que fallece víctima de un derrame cerebral el 16 de agosto de 1974. Aquel día se fue el mago, pero quedó su magia, esa que aún sienten los paulistas en las gradas de Morumbí al son de los acordes de la canción que Fagner le compuso y que suena de fondo mientras lees. Curioso personaje este Fagner; no todo el mundo puede presumir de haber sido el primero en grabar una canción con Camarón y en asistir para que Ronaldo Nazario hiciera su primer gol en Maracaná (aunque fuera en un partido benéfico donde jugaban artistas y deportistas).

    En la cuarenta efemérides de su cumpleaños hemos querido rendir un pequeño homenaje al zurdito que regateó a sus rivales, que escapó de la fama, que se zafó de la rudimentaria voluntad de su padre y que dribló hasta a la Naturaleza que le quiso hacer creer que era diestro. Canhoteiro fue un prestidigitador, un malabarista, un artista de la improvisación. Un transgresor que, junto a Garrincha, cambió sin pretenderlo la concepción del hasta entonces encorsetado fútbol brasileño. Un pájaro al que nadie pudo enjaular, pues vivió sabiendo que la verdadera libertad radicaba en lo más profundo de su alma. De su zurda alma.

    @EltrincheCarlov

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    4 Responses to Canhoteiro, la zurda que Brasil no quiso enseñar al mundo

    1. 16 agosto, 2014 at 10:52 pm

      Qué grande Canhoteiro!!
      La anécdota de las escaleras aún es recordada en Morumbí.
      Para los que le vieron jugar y según cuentan las crónicas, ha sido sin duda el mayor «zurdo» de la historia de Brasil, de ésa Brasil tan profunda y anhelada por los que amamos el fútbol.
      Por cierto, Zizinho tampoco era cojo, era el ídolo de ése tal Pelé.

      Personalmente me ha encantado revivir las andanzas de «O gênio indomável», gracias una vez más por traernos estas historias.

      PD: Poco antes del Mundial, Romario le recordó a Maradona ése dato curioso de las piernas. «El pie derecho es nuestro»
      http://youtu.be/e6rHysyotoc

    2. Alvaro
      16 agosto, 2014 at 10:57 pm

      Grandísima historia. Zizinho y Canhoteiro, los ídolos de Pelé. Ahí es nada

      Muchísimas similitudes con Garrincha. Extremo puro, ídolo de la gente, alegría del pueblo… magia brasileña en estado puro. De esos bohemios amante del arte: del fútbol, de la música y de una buena copa rodeado de amigos. Víctima de excesos y muerto con sólo 42 años.

      16/08/1974 al 16/08/2014. Bonito homenaje el publicar justo el día que se cumplen 40 años de su muerte

    3. @pedromonago
      23 agosto, 2014 at 9:48 am

      Preciosa historia y, por cierto, curioso que nosotros también hayamos tenido un diestro «zurdo», como Adriano. Por supuesto, salvando las distancias.

    4. Pingback: José Germano. Fútbol y racismo y papel couché – Llamen a los muchachos: hoy juega el Trinche

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