Trautmann. El portero que vino de la guerra
by alvayanes • 16 julio, 2014 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 4 Comments
(Escuchando de fondo “Half the man» de Jamiroquai)
POR EL TRINCHE CARLOVICH
“En mi época sólo hubo dos porteros de talla mundial. El chico alemán del Manchester City y yo”
Lev Yashin
Bernhard Carl Trautmann nació en 1923 en el seno de una humilde familia alemana mantenida por el laborioso trabajo de su padre descargando en los muelles de Bremen. Su infancia discurrió en una deprimida Alemania que vio como Adolf Hitler tomaba las riendas de una deprimida nación que sufría los rigores del paro, la hambruna y la inflación desbocada. De un país dirigiéndose hacia ese camino a ninguna parte que terminó desembocando en la cruenta guerra que tuvo al mundo enfrentado.
Bernhard era un chaval amante del deporte, practicando el balonmano y el decathlon, destacando principalmente en el salto de longitud. Como cualquier niño germano de su edad, entra en las Juventudes Hitlerianas tras la llegada al poder del Führer en 1933, haciendo prácticas de mecánico y operador de radio, pero enrolándose pronto como paracaidista. Al empezar la II Guerra Mundial, Trauttman está justo en la edad para empezar a combatir por lo que se enrola en el Regimiento “Odenwald” de paracaidistas. Su primer destino es tal vez el más duro: la “operación barbarroja” en la Unión Soviética donde practica numerosas campañas militares, sufre apendicitis aguda y cae prisionero, aunque termina escapando. De su numeroso destacamento, sólo 100 hombres vuelven lo que le valió cinco medallas militares, entre ellas “La Cruz de Hierro”. Después, y tras sobrevivir milagrosamente al bombardeo de Kleve y a otro cautiverio en Ostende (Bélgica), termina siendo apresado por el ejército inglés y trasladado, primero al campo de Marbury Hall (cerca de Norwich) y después al de Ashton-in-Makerfield en Lancashire. Los campos de prisioneros ingleses, sobre todo el segundo, le cambian la vida. De una adolescencia marcada por el lavado de cerebro, Trauttman empezó a ser consciente de la atrocidad nazi y fue modelando su pensamiento hacia la libertad y la tolerancia. En esos campos se optó por la reeducación a aquellos veteranos de guerra: la contienda había terminado y un nuevo mundo debía abrirse para todos. Y aquellos pobres diablos criados en el odio merecían una segunda oportunidad.
Alguna vez hemos hablado en esta sección de ese programa bestial llamado “Informe Robinson”. Ahora recordamos el imperdible capítulo sobre Saturnino Navazo y el fútbol en tiempos de guerra. Con Trauttman pasa algo parecido ya que en Ashton-in-Makerfield, uno de los encargados (escocés para más señas), intenta incardinar la convivencia con alemanes a través del fútbol. Así, se organizan pachangas y pequeños campeonatos donde Bernhard destaca como recio mediocampista hasta que la lesión de un portero en un partidillo le cambiará la vida. Nuestro amigo se pone debajo de los tres palos, sitio que no abandonará jamás.
En 1.948 el gobierno británico lo considera plenamente reinsertado otorgándole la libertad, pero decide no volver a Bremen ya que, además de sentirse muy bien en Inglaterra, se echa de medio novieta a una lugareña llamada Marion. Berhanrd, ya britanizado en Bert, entra a trabajar en una granja pero en su obsesión para intentar paliar todo el mal causado de la guerra, aprovecha su experiencia militar para dedicarse a desactivar bombas que pudieran quedar por la zona. Después de Marion, intima a la que sería su primera esposa, Margaret Friar, hija de Jack Friar, secretario y alma mater del Saint Helens Town FC. Tras 5 años como soldado hitleriano en la II Guerra Mundial y 3 de prisionero, con 26 años se le abría un mundo nuevo a Bert. Ese modesto club minero del Merseyside inglés será quien lo vea debutar en el mundo del fútbol a una edad donde algunos tienen más que hecha su vida deportiva.
Una temporada es suficiente para que se corra la voz de que en un equipito cerca de Liverpool había un alemán que era un auténtico porterazo. Acuden ojeadores de todos lados, se lo rifan distintos equipos, pero termina firmando en octubre de 1.949 por el Manchester City para esa temporada 49-50 que sería decisiva en su vida ya que se casa con Margaret y nace su hijo John Michael. Pero hay un problema: una vez más, la vida pone a prueba a Bert ya que el rechazo de los hinchas de Manchester a su fichaje es total: un nazi en su portería es una afrenta. Miles de cartas y pintadas contra él inundan la ciudad. Ahí surge la figura del rabino Alttman
Alexander Alttman era una eminencia en la prebélica universidad de Berlín. Con 32 años había abierto colegios, escrito libros y empezado trabajos filosóficos con Leo Strauss que la guerra interrumpió (los acabó en EEUU en la década de los 70). Cuando los nazis acceden al poder, tiene que huir a Gran Bretaña -sus padres murieron en Auschwitz- donde sigue su labor educadora. El doctor Alttman era una persona de referencia en el Manchester de posguerra, a la cual consultaron sobre el fichaje de Bert. El rabino, al que no le gustaba el fútbol, se implica en el tema, irrumpe en medio de una manifestación y acude a casa de Trauttman. Sale de la reunión diciendo: “Bert es un chico decente. No podemos castigar a un alemán en concreto, cada uno debe ser juzgado por sus propios méritos”. El arquero acudió a centros judíos de la ciudad explicándose y demostrando lo arrepentido y reinsertado que estaba, fomentando la convivencia y amistad entre los pueblos alemán e inglés. Eric Westwood, capitán del equipo, también pacificó los ánimos cuando conocido su fichaje dijo “There’s no war in this dressing room”.
En 1952 estuvo a punto de ser traspasado al Schalke, pero permaneció fiel a su City. Bert Trautmann defendió la portería de los citizens durante ¡15 temporadas!, jugando un total de 545 partidos entre 1949 y 1964. Además de la cita de Yashin, alguien que fue algo en esto, dijo una vez lo siguiente
“Bert Trautmann fue el mejor portero contra el que he jugado. Siempre decíamos antes de tirar un penalti o una falta: ‘No mires a la portería si intentas marcar un gol a Bert. Si lo haces, verá tus ojos y leerá tus pensamientos”
Bobby Charlton
Su hazaña más famosa data de la Final de la FA Cup de 1.956 contra el Birmirgham. Con 3-1 para el City, sale a tapar una internada de Peter Murphy y se produce un terrible choque. El cancerbero queda conmocionado, saliendo las asistencias. “No veo nada”. “Tranquilo, Bert. Tienes que aguantar. Quedan 15 minutos y ganamos 3-1. ¡Aguanta!”. El alemán, un tipo duro curtido en la guerra y en campos de prisioneros, estaba prácticamente ciego pero soportó el dolor hasta que alzó la Copa. “Creo que tiene usted el cuello algo torcido”, le dijo Felipe de Edimburgo en la entrega de trofeos.
A la vuelta a Manchester se confirman los peores presagios: se le habían dislocado 5 vértebras. De hecho, la segunda se había partido como una rama pero la dislocación de la tercera fue lo que la sujetó e impidió daños en la médula que hubieran supuesto el fallecimiento de Bert o que se quedará en silla de ruedas. Lesión gravísima que lo tuvo inmovilizado muchos meses. Ese año 1956 fue el peor de su vida porque su hijo John Michael muere atropellado cruzando la carretera para pillar un puesto de chucherías.
En 1964 deja el City con 41 años. Se marcha al modesto Wellington Town, pero sólo juega dos partidos para después dedicarse a entrenar. Tras pasar por modestos equipos británicos y alemanes, la Federación germana le pide que sea Embajador del mundo, entrenando en países como Birmania, Liberia, Pakistán o Yemen. Al mismo tiempo se dedica a su Fundación en pro del deporte, la educación de los jóvenes y la concordia entre los pueblos.
En el 97 Alemania lo condecora con la Orden del Mérito, y en 2004 la Reina Isabel II le otorga la Orden del Imperio Británico por su ayuda en la mejora de las relaciones angloalemanas en la posguerra. De igual forma, en 2005 la Federación de Fútbol británica decide incluirlo en el Museo Nacional de Fútbol que está en Manchester. Fue el octavo no nacido en las islas que tiene ese honor. Tras su retiro, como tantos alemanes y británicos, Bert se vino a vivir a España donde compró un apartamento en la costa levantina, concretamente en el pequeño pueblo de La Llosa en Castellón, que sería su residencia desde1.990 hasta el 19 de julio de 2013, fecha en la que falleció a los 89 años. Dedicó los últimos años de su vida a coordinar su fundación y disfrutar de las playas y gastronomía de nuestro país.
Cuando se cumple el primer año de su fallecimiento, sirvan estas líneas para homenajear a Bert Trauttman. Una de esas vidas que te demuestran que la realidad supera a la ficción.
@EltrincheCarlov
Sin palabras. Que barbaridad de artículo y de historia.
Honor al trinche.
Realmente impresionante. Gracias por regalanos estas joyas.
¡Brutal el artículo!
Muchísimas gracias por darme a conocer la historia de Trautmann
Gracias a todos por los comentarios.
La verdad es que la historia es relativamente conocida en el mundillo, y en esta sección del trinche metemos muchas veces vidas algo menos conocidas. Pero es que la historia de Trautmann es tan tremenda que era necesario incluirla dándole el toque humano preciso. Además, en estos días se cumple un año de su muerte, por lo que era el momento.
De esas vidas que superan el guion más rocambolesco inimaginable