El gol del Pipo
by alvayanes • 16 febrero, 2014 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 1 Comment
(Escuchando de fondo algo de Mano Negra «Love and hate»)
Una de las muchas filosofías que invaden este bendito experimento sociológico llamado “El Trinche Carlovich” es intentar ser ejemplar plasmación del aserto de Jorge Valdano cuando dijo que el fútbol es la cosa más importante de entre las cosas menos importantes. Lo que aquí pretendemos contar son historias maravillosas o trágicas, pero siempre cargadas de humanidad, sobre aquellos personajes cuya vida deportiva demuestra que el que circunscribe esta maravilla llamada fútbol al 105×70 es que no tiene ni idea de que va esto. Las consecuencias directas o indirectas de distintas situaciones o actos que giran en turno a la pelotita superan el más rocambolesco de los guiones inimaginables. Si en su día hablamos de que si Zanetti la hubiera mandado a la grada, un asesinato probablemente se hubiera consumado, en la historia de hoy hablamos de un gol que fue la gota que derramó el vaso. El problema es que ese vaso no derramó agua sino sangre. Mucha. El gol de los 6.000 muertos como lo llaman algunos.
Nuestro protagonista es Mauricio Alonso Rodríguez, nacido el 9 de diciembre de 1945. Conocido como “el Pipo”, estudió en los jesuitas de San Salvador, donde alternó las buenas notas (terminó haciendo la carrera de Ingeniería Civil) con su amor por el fútbol donde a base de goles se fue haciendo un nombre en el humilde fútbol salvadoreño. Esto lo valió para que lo fichara con 15 años el Club Deportivo Futbolistas Asociados Santanecos (FAS) donde a pesar de su 1,72 se destapó como un killer de área. Por cierto, que no debía gastar mal ojeador este equipo porque años después fichó a un tal Mágico Gonzalez. En el FAS fue internacional en todas las categorías inferiores pasando al equipo de su vida, el Club Deportivo Universidad de El Salvador (UES) en 1963 donde permaneció hasta que 1972, fecha en la que sus rodillas dijeron basta con sólo 27 años. En el UES siguió marcando goles de todas las facturas, lo que le valió ser internacional absoluto en distintas ocasiones.
(soccermond.com)
En los años que el Pipo se hinchaba a marcar goles, en los limítrofes países de El Salvador y Honduras se producía una particular guerra fría. Numerosos salvadoreños se habían trasladado al país vecino para trabajar tierras yermas durante el siglo XX, pero la reforma agraria de Honduras a finales de los 60 supuso la expropiación de las tierras trabajadas por lo que infinidad de salvadoreños tuvieron que huir a su país debido a la tensión existente, aumentada hasta límites insospechados por la actuación de grupúsculos clandestinos (principalmente el conocido como “La marcha mancha blanca”) que asesinaron a multitud de campesinos. Se habla de que casi la mitad de salvadoreños indocumentados que vivían en Honduras en mayo/junio del 69 tuvieron que volver obligatoriamente a su país de nacimiento, lo cual propició un enrarecido clima político entre ambos Estados. Éxodo, matanzas y declaraciones altisonantes que provocaron que los mandos militares de ambos países tomaran posiciones fronterizas.
En ese clima, el fútbol (como la vida) seguía su curso y se jugaban las eliminatorias de la Concacaf para ver qué equipo se clasificaba para México 70. 4 grupos de 3 equipos conformaban la docena de donde saldría el clasificado. Campeonaban Honduras, Haití, USA y El Salvador. Tras ello, semifinales y final a doble partido para ver el clasificado mundialista. Y quiso el destino que los dos países en periodo prebélico se enfrentaran. Sí. Haití se cruzó con EEUU por un lado del cuadro y El Salvador y Honduras jugarían la final anticipada (eran los dos equipos más fuertes) por el otro. Si el fútbol se vive con especial pasión en el continente americano, creo que es imposible ni siquiera imaginar lo que tuvo que ser aquella previa. A principios de junio de 1969 se juega la ida siendo recibidos los salvadoreños en Honduras con piedras nada más montarse al autobús. No durmieron en toda en toda la noche ya que la escandalera en forma de petardos y cláxones de automóvil en los alrededores de un céntrico hotel de Tegucigalpa fue de las que hacen época. El partido empieza con una afición hondureña enardecida, pero El Salvador aguanta un partido durísimo hasta que casi en el descuento, la coneja Cardona marca el único gol del choque. Después de aguantar 89 minutos como jabatos, el gol hondureño cae como una bomba en El Salvador hasta el punto que una hincha de 18 años llamada Amelia Bolaños se suicidó con el arma de su padre. Luto nacional con la selección en el funeral de la pobre Amelia, antes de concentrarse para la vuelta.
Si la ida ya fue una encerrona pueden imaginarse la vuelta después de esto y con una tensión existente política entre países que iba in crescendo. Políticos y medios de comunicación contribuyeron a calentar más el ambiente por lo que no es de extrañar que cuando los hondureños aterrizaran en el Aeropuerto Internacional de Comañapa supieran que sus posibilidades de empatar o ganar eran tendentes a cero. La noche previa al 15 de junio de 1969 tuvo episodios violentos de un calibre pocas veces visto. Ante la algarabía que había formada en los alrededores del hotel, la gota que colmó el vaso fue la entrada de una bomba casera (no explotó) y la varilla de un cohete por la ventana de la habitación de tres futbolistas, por lo que el capitán hondureño Mendoza decidió pernoctar en la azotea. Pero ante la amenaza de asalto al hotel, a través de la embajada se gestionó la salida en coches blindados hacia casas de inmigrantes hondureños que allí residían. Incluso alguno como el mediocampista Matamoros durmió en casa del propio embajador.
Cuando los hondureños llegaron al Estadio sabían de sus nulas posibilidades en ese ambiente. Así lo relataba “El azulejo” Bulnes: «Metieron los buses en los que íbamos dentro del terreno de juego, donde cabían casi 40.000 personas, y nos dejaron enfrente de los vestuarios. La primera impresión es que el campo estaba lleno de soldados». El caso es que cualquier bandera de Honduras era quemada en ese 15 de junio cuando comienza el partido. A la media hora ya iba 3-0 para El Salvador. “Señores. Terminamos y nos vamos a casa”, fueron las únicas palabras del míster hondureño en el descanso. Teniendo en cuenta que en esa época la diferencia de goles no contaba, el partido de desempate sería 12 días después en terreno neutral (México). En cuanto el árbitro pitó el final, la selección hondureña volvió rauda a casa junto con los osados aficionados que acompañaron a su selección entre los que hubo dos muertos y más de un centenar de heridos.
(alvarolamela.blogspot.es)
Ni que decir tiene que la compleja situación entre ambos países en esos años tornó prácticamente insostenible en ese junio del 69, rompiéndose de forma oficial los lazos diplomáticos 24 horas antes de empezar el choque. Mandos militares de ambos países tomaban posiciones cuando, el 27 de junio en el Estadio Azteca, y con 5.000 policías separando a las aficiones, El Salvador y Honduras empiezan el partido. Por dos veces se pone por delante El Salvador, ambos obra de “Mon” Martínez, pero por dos veces empata Honduras lo cual lleva el partido a la prórroga. En esta, una trenzada jugada por banda diestra termina con un centro al área donde surge eterna la figura de “Pipo” Rodríguez, lanzándose al suelo a lo torpedo Müller, anticipándose a la salida del portero. Cuando el balón se cuela en la red, la locura se desata. Los goles aquí
Nunca se sabrá qué hubiera pasado si el Pipo no hubiese marcado. O si, simplemente, el azar no los hubiera hecho cruzarse en el camino mundialista. Lo que sí sabemos es que en los días siguientes dos naciones hermanas como Honduras y El Salvador entraban en preguerra. La radio salvadoreña hablaba de matanzas crueles, más de 300.000 refugiados y las soflamas políticas alcanzan un nivel brutal. Al final la cuerda se rompió y dieciocho días después del gol del Pipo Rodríguez, una bomba sacudía Tegucigalpa, lo que declaraba el inicio de la guerra entre las dos naciones. Honduras respondió con bombas sobre San Salvador. Fue un conflicto descarnado entre dos naciones pobres que combatieron con armas casi “descatalogadas” como, por ejemplo, las aeronaves de pistón y hélice.
La Guerra duró poco por la rápida intervención internacional, de ahí que su nombre “oficial” sea La Guerra de las 100 horas. En cambio, el reportero polaco Ryszard Kapuściński la denominó “La Guerra del Fútbol” por desarrollarse la gestación del conflicto bélico al tiempo de una descarnada eliminatoria balompédica. Ambos nombres están en los libros de historia. El número oficial de fallecidos fue de 6.000 personas, pero fueron muchos más los desaparecidos antes del armisticio 6 días después. Firmaron la paz, pero la guerra fría duró varios años más, hasta la firma del 30 de octubre de 1.980 en Lima (Perú).
“La imagen es que que por un partido de fútbol se declaró una guerra, pero no tuvo nada que ver” Juan Orlando, General de División del Ejército Salvadoreño
“El fútbol fue el instrumento para azuzar a la población. Fue la excusa. Los problemas venían de mucho antes”. Dr. Ramón Rivas: antropólogo salvadoreño y director del museo de historia
“La llamaron injustamente de esa forma. Fue un pretexto que nos pilló en medio. Jamás imaginé la repercusión que tendría uno de mis goles, lo que iba a desencadenar” Pipo Rodríguez
Decir que el gol del Pipo desencadenó la guerra es una necedad o simpleza que se aproxima al insulto a la inteligencia. El fútbol fue el instrumento propagandístico que usaron algunos para distraer la atención sobre su errónea política interna y enardecer a un pueblo casi analfabeto, oprimido y pasional que luchaba por lo suyo. El mostrar aquella eliminatoria, centrada en el gol del Pipo, como la causa de la guerra es la prueba más sangrienta de hasta qué punto puede llegar la maldad del hombre en el uso torticero que se hace de este bello deporte
Gran historia la del Pipo Rodríguez.
El detalle se escapa de lo futbolístico, pero la Guerra del Fútbol dejó un curioso nombre.
En El Salvador, es popular la historia de Salomón Vides, un salvadoreño que huyó tras los primeros conflictos hacia la selva de Guatemala, y que fue encontrado en el año 2001 en estado semi-salvaje.
Felicidades una vez más al Trinche.