• El poeta de la zurda

    by  • 16 agosto, 2013 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 2 Comments

    POR EL TRINCHE CARLOVICH

    Siempre he sentido especial debilidad por los futbolistas zurdos. Quizá el que yo sea zurdo cerrado haya tenido algo que ver en ello, pero me decanto más por esa plasticidad y esa especial elegancia que tienen los zocatos. Cuando un zurdo cerrado tiene clase todo puede esperarse de él y en el campo suelen mostrar una estampa, por regla general, mucho más estética que los futbolistas diestros. Puede también que haya influido algo que cambio nuestras vidas, una de las mas elegantes voleas que recuerdo. Como no de una zurda, la “de diamantes”.

    Por eso quiero hablarles de uno de los mayores exponentes de este tipo de futbolistas. Los zurdos cerrados. Enrique García, el “Chueco”.

    (diasdehistoria.com.ar)

    Enrique García fue un futbolista argentino que nació en Santa Fe allá por el 1.912. Enroló en Gimnasia y Esgrima tras la negativa de Unión de Santa Fe, donde jugaba su hermano, pasando en 1.933 a Rosario Central. Ya allí, fue considerado un ídolo. Cuentan que Ernesto Guevara “El Che”, que en su rebeldía huía de los tópicos y la opinión general de sus amigos, aficionados casi todos de Boca y River, vio reflejado su inconformismo en el juego del Chueco, que jugaba en el equipo de su ciudad y decidió hacerse Rosarino, respondiendo con orgullo a todo el que le preguntaba por su equipo de esta manera: “De Rosario, de Rosario Central, Yo soy Rosarino.”. El Che Guevara vivió en su adolescencia en Córdoba, marchándose a Buenos Aires en 1.947, dos años antes de que viniera al mundo el también cordobés Tomás Felipe Carlovich, genio y figura que da pie a esta sección.

    Carlovich y el Chueco García. Zurdos y criados en Rosario Central. Maravillosos canallas que tuvieron que salir para triunfar….cada uno a su manera

    La palabra «chueco» en sudamericano es sinónimo de estevado, que a su vez proviene de «esteva». Las estevas son unos palos curvos que se usan en el arado o los apoyos redondeados que sirven para sujetar el ensamblaje de los carros. Por todo ello al joven Enrique le apodaron desde pibe como chueco, por la peculiar forma de sus piernas extremadamente deformadas y zambas. Su estampa era de lo más peculiar sobre el campo. Siempre llevaba sus medias bajas y no se ataba los cordones de las botas hasta justo el comienzo del partido. Cuentan los que lo vieron que el solo uso de su cuerpo combado hacía la izquierda ya hacía ver que era un futbolista especial.

    En 1.936 García fue traspasado a Racing de Avellaneda por casi 40.000 pesos, convirtiéndose durante muchísimos años en el traspaso más caro del fútbol Argentino. Para hacernos una visión de la cuantía del mismo, un año antes River había firmado a Bernabé Ferreyra por 35.000 pesos, cantidad desorbitada para la época, y tras la que apodaron al club bonaerense como “Los Millonarios”.

    Quince días más tarde tendría un gris debut con Racing en la derrota 2-1 contra Tigre. El público, decepcionado, se preguntaba «¿Y este es el famoso Chueco?». Nadie sabía que, en su afán de debutar, el Chueco había ocultado que aún llegaba tocado de una fractura en un dedo del pie izquierdo. Poco después ya era ídolo en Racing, no faltando a ningún partido, oficial o amistoso, disputado durante siete años consecutivos. Jugó más de 200 partidos seguidos el que a día de hoy aún se considera por parte de la hinchada de la Academia como el mejor puntero izquierdo de todos los tiempos.

    Cuenta Ponciano Souto, que fue durante muchos años masajista de Racing, que cuando le metía las manos en la pierna derecha, el Chueco le gritaba ofuscado: “Pará, pará, no más, boludo… Esa no, esa no es. Dejala así. Esa no sirve, a la otra. Esa no sirve, la tengo de palo”. Era “El Poeta de la zurda” y como tal sólo usaba esa pierna. Durante los años que jugó en Racing se le pusieron multitud de apodos como “El Mago”, “El Imparable”, “la bordadora” o el “El poeta de la zurda”. Era un futbolista muy listo que sacaba provecho de todas las circunstancias. Incluso a veces las creaba él mismo, por ejemplo, poniendo nervioso al marcador que le tocaba. Le «hablaba», le decía «cosas lindas» haciéndole desesperar para así desbordarlo más fácilmente. Hasta los golpes que recibía le servían como argumento para sus «charlas» con el rival. «Dale, vení, pegame otra vez si sos guapo» como reconocían enfadados sus propios rivales. Y casi siempre el defensor se tiraba a por el con todo y quedaba en el suelo, superado por ese dribling que «El Chueco» iba bordando junto a la línea de cal. Tenía una habilidad innata para exasperar a sus rivales.

    Pero también muchas veces llegaba a irritar hasta a sus propios compañeros. Había partidos en los que jugaba para él y solo para él. En una ocasión en la que no soltaba la pelota un compañero, que había aterrizado ese año en el club, se iba acercando a él poco a poco para que le diera el balón. El chueco, que lo miraba de reojo, hacía caso omiso, hasta que el compañero estaba tan cerca de él que soltó el balón a otro compañero y se volvió hacia el nuevo soltándole un “Enrique García, para servirlo”, mientras le estrechaba la mano.

    Y es que el Chueco García aparte de ser un talento con la pierna izquierda era genio y figura. Fue pionero en jugar a banda cambiada porque decía que el también quería meter goles y que si jugaba en la derecha podía encarar hacia adentro y usar el guante que tenía por pierna izquierda, pero tampoco lo hacía durante todo el partido. Era un detractor de los sistemas, de hecho los odiaba. Su irreverencia e ironía era comprobada hasta por sus propios compañeros de Racing, que aunque tenía un ataque poderoso, en defensa eran muy blandos, por lo que era común escuchar gritar al Chueco a sus rivales en los saques de esquina en contra “marquen a los nuestros, marquen a los nuestros, son más peligrosos”. En varias ocasiones, tras anotar un gol bella factura, regresaba a su campo lentamente arrastrando su pierna izquierda. Un compañero una de las veces se fue para el corriendo y le pregunto qué estaba haciendo, obligándolo a correr hacia su campo, a lo que el le contesto “borro en el piso la jugada para que no me la copien”. Se ve que Maradona no pensó lo mismo en el Azteca y se quedó en el banderín de corner festejando su obra de arte, en lugar de borrar una huella que luego un tal Messi encontraría en Barcelona en un enfrentamiento ante el Getafe.

    Fue un asiduo en su época de la selección albiceleste, donde sí consiguió alzar títulos como la Copa América en la dorada década de los 40, trofeo que Argentina ganó hasta en tres ocasiones. Fue famoso el dueto que formaba José Manuel «el Charro» Moreno, otro personaje irreverente, que después de ser ídolo de River reconoció ser bostero de toda la vida hasta el punto de ser el primer deportista jugador de ambos equipos y posterior entrenador en ambos banquillos. Pero volvamos a García: el mismo que en una ocasión, contra Brasil, mofándose de Brandao le dijo «Si tuvieras ruedas, serías un carro», lo que provocó una enorme pelea. En la Copa Roca de 1.940, un extinto torneo del que se disputaron doce ediciones entre las selecciones de Brasil y Argentina, Fioravanti, periodista que acompañaba a la selección, le pidió desde el borde del terreno de juego que por favor asistiera de gol a Fabio Juan Cassán, goleador de Chacarita, cuya convocatoria había sido muy discutida. Enrique García tras sortear hasta a cinco rivales brasileños, dejó solo a Cassán para que este anotara el gol. El Chueco se volvió a la banda dirigiéndose a voces a Fioravanti con un “Ya, ¿y ahora, quien quieres que marque?.

    (todofutbolpasion.com)

    El Chueco anotó un solo gol con la pierna derecha y fue al final de su carrera, ante el Tigre. Nunca fue campeón con Racing pero cuentan que era capaz de llenar las canchas de toda Argentina cuando su zurda sacaba la poesía que llevaba dentro.

    Se retiró en el año 1.945 tras pasar un calvario con sus meniscos y abrió una bombonería. Una vez retirado del fútbol declaró en prensa lo siguiente: “La marcación y otras yerbas son inventos de los directores técnicos. Soy enemigo de todos los sistemas. Ellos atentan contra la belleza del fútbol. No hay preciosismo ni improvisación. Todo está sujeto a la disciplina, a las órdenes. Las mejores figuras desaparecen ante esa labor. Creo por esto, que ello es solo eficaz para quien no tiene mayores condiciones. Salen a no dejar jugar… Y tampoco juegan ellos”. Odiaba los sistemas. Era otro fútbol. Todo un genio.

    Murió joven, con 56 años, cuentan que con unos pocos kilos de más y tras una larga enfermedad. No obstante, jamás perdió su desparpajo, deambulaba repitiendo por los bares: “Soy Enrique García, el mejor puntero izquierdo de la historia. ¿Alguien me invita a un café?»

    @EltrincheCarlov

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    2 Responses to El poeta de la zurda

    1. Alvaro
      17 agosto, 2013 at 9:35 am

      La sección del trinche sigue engordando con otra historia maravillosa. Seis leyendas van ya, cada una absolutamente distinta a la otra.

      Y hoy con nueva pluma, así que, antes que nada, agradecer al autor el que se haya vestido del trinche y más con esta calidad. Sé que le ha costado porque la gente con ese sentido de la responsabilidad le da ochenta vueltas a las cosas siempre intentando mejorarlo. Visto el resultado está claro que su debut como bloguero ha sido tan grande como el corazón que gasta. Enhorabuena.

      En cuanto a la historia, pues una maravilla. Vida canchera de primera mitad de siglo por esos jugadores que tenían un sentido de la palabra fútbol que poco tiene que ver con lo que palpamos hoy. Leyendas cuyo anecdotario (que como siempre serán mitad verdad, mitad verdad deformada) es inacabable. Lo de borrar con el pie para que no se lo copien es simplemente genial.

      Saludos a todos

    2. 17 agosto, 2013 at 9:37 am

      Genial la historia del Chueco García.
      Aunque aquí he de reconocer que si de historias de La Academia se trata, y más si nos referimos a genios de la cal, me quedo con «el loco» que hacía maravillas por la derecha.

      Un mes más, toca felicitar al autor, gracias al Tirnche de turno por compartir su tiempo y sabiduría con los lectores.

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