• Las zapatillas rojas de Wissam y Pablo

    by  • 25 julio, 2019 • Fútbol, Sevilla, Sin categoría

    (Escuchando de fondo «Oh. Qué raro soy» de Siniestro Total)

    Son múltiples las ocasiones donde la forma de vestir, el peinado que alguien tenga o la simple forma de desarrollarse de una persona en cualquiera de los ámbitos de la vida, nos hacen tener una visión apriorística de cómo desempeña una actividad concreta lo cual, sin duda, resulta un engaño evidente que nuestra mente genera de forma automática. Si vemos una cara bonita dando las noticias con dicción perfecta o una voz atractiva en la radio exponiendo una tesis, nuestra mente tiende a partir de forma positiva sobre el fondo; a priori nos genera mas confianza alguien con «buen aspecto» que alguien mas desaliñado. La tendencia es pensar que va a trabajar mejor el primero que el segundo.

    Pero hay veces que la mente viaja en el sentido contrario. En ocasiones vas, no sé, de turismo a otro país y ves un restaurante con aspecto de antro lleno de lugareños y dices «joder. Ahí se tiene que comer de puta madre». Otras veces te hablan bien de alguien de aspecto extraño y piensas «mira si el tío. Si con la pinta que tiene dicen que es bueno, seguro que es un número uno en lo suyo»

    Un análisis profesional a esta idea fue desarrollado hace unos años por tres profesoras de Administración y Negocios de Harvard en un artículo llamado «The Red Sneakers Effect: Inferring Status and Competence from Signals of Nonconformity» (un PDF de 20 páginas en inglés) según el cual se intenta demostrar de forma empírica esa sensación de estar o salirse de los cánones establecidos a través de diversos experimentos sociológicos y su influencia en cómo lo vemos. Entre los diversos estudios y experimentos, por ejemplo, preguntaron a empleados de las boutiques italianas mas exclusivas sobre la clientela que entraba (Study 1). El resultado es curioso: cuanto menos formal es el atuendo del potencial cliente, los shops assistans pensaban que mas importantes estos eran. El argumento, grosso modo es: «si tendrá pasta la perica para presentarse aquí con esas pintas». Algo así como «estoy tan por encima de todo que voy como me da la gana». Como decía el gran Andrés Montes al referirse a Shaq, empleaban el artículo 34: Hago lo que quiero, como quiero y porque me da la gana.

    En cambio, si la pregunta era la misma a los viandantes (pedestrians en la imagen) la respuesta es al contrario; pensaban que el vestido de forma «conforme» era mas importante.

    ¿Y por qué el artículo se titula «Efecto de las zapatillas rojas»? Pues por otro experimento psicológico, señalado como Study 2. En el mismo se preguntaba a los alumnos de la Universidad sobre cómo veían a sus profesores, siendo las respuestas de semejante tenor. Los universitarios consideraban a priori mas inteligente al profesor que daba las clases con zapatillas rojas que aquellos que lo hacían con traje y chaqueta. La misma pregunta a viandantes y el mismo resultado: el vestido de forma «conforme» era mas importante.

    En resumen: aunque en general se vea mejor al que sigue la línea establecida, el que se sale del canon, paradójicamente, tiene mejor prensa que el formal dentro del mundillo. Por tanto, «el que entiende» de algo valora mas «al raro» que «al normal». En la imagen 1 el ejemplo de las boutiques y en la 2 la de los estudiantes.

    Esto, en el mundo del deporte, es bastante habitual. Vemos a alguien que difiere un poco de lo normal (entiéndaseme) y ya lo damos por genio. Un enfant terrible, se le llama con cariño el aficionado o periodista. «Es que era un bohemio. Un romántico», como justificación a todo. Anda que no he escuchado veces yo lo de «Kyrgios porque es como es. Pero vamos…que podría ser el mejor». No, miarma, no. Kyrgios no es el mejor. Es extravagante y lo que tu quieras. Pero los buenos son Rafa, Roger y Nole.

    En el fútbol nos encontramos con esta situación de forma recurrente cuando se habla de auténticos genios en deportistas que son llamativos, que se salen del canon establecido. Tíos de chispazos que parecen mas de lo que son por el carácter que tienen, la personalidad o la forma de desarrollarse no solo en el terreno de juego sino en la vida en general. Jugadores que han estado en los mejores equipos, que han movido decenas de millones de euros con sus traspasos pero que en el fondo, ay, se quedan en un lo que puso ser y no fue. No sé. Escuchas a hablar de Balotelli como crack mundial pero, qué quieren que les diga, en mi opinión hay 200 delanteros mejores que Balotelli. En cambio otros, que son todo lo contrario, no son lo suficientemente valorados. Y todo por ser normales. Por no dar clases con llevar zapatillas rojas.

    Aquí, dos de estos. Pablo Ben Yedder y Wissam Sarabia, que tanto monta, monta tanto. Reflejo puro de esos jugadores que cometen el pecado de ser gente normal en el estrambótico mundo del fútbol. Profesionales serios, respetuosos, buenos compañeros y entregados a la causa. Nunca un escándalo, siempre un gol. Pablo y Wissam, Wissam y Pablo. No son altos, fuertes, ni tienen físico llamativo. No se llenan de piercings el cuerpo ni lo pueblan de tatuajes. No se le conocen escándalos sexuales y, hasta donde yo llego, tienen todos los puntos del carné de conducir. Su pecado es ser gente como usted o yo.

    Pablo. En la mejor liga del mundo, solo dos jugadores han hecho doble-doble en goles y asistencias en la 18-19: un tal Messi y Pablo Sarabia. Rendimiento siempre, lo pongas donde lo pongas. En cambio, la selección no le ha llamado ni para preguntarle la hora y, sorprendentemente, no ha habido pelea por poner los 20 millones de su cláusula, un auténtico caramelo viendo lo que se paga por ahí. Es increíble que un Madrid, Atleti, Barça o el que sea no haya puesto 30, 40, 50 kilos por este jugador para llevárselo.

    Y Wissam. Si Di Stéfano decía que un partido sin goles es como un domingo sin sol, Wissam es nuestro Felipe II porque en su imperio nunca se hace de noche. Un jugador con un porcentaje de tantos mayor que Kanouté, Luisfa, Suker o Bacca. Casi nada al aparato. Con la edad ideal y cláusula de 40 kilos es decir, 4 menos de lo que se ha pagado por un tal Joelinton que no lo conocen ni en su casa. O lo que se pagó por Bakambu, Haller, Andy Carrol, Raúl Jiménez, Piatek y otros delanteros con menos gol que Ben Yedder, del que tampoco voy a hablar mas (lean a Alberto Fernández). Y es que resulta increíble y hasta hilarante que nadie haya venido con los 40 kilos por un futbolista que, por ese dinero, había que mandarle los cordones de sus zapatillas de entrenamiento. Zapatillas rojas, claro.

    (Foto web Sevilla FC)

    Pablo y Wissam son fútbol en estado puro. Son esos niños a los que Serrat les pedía que dejaran de joder con la pelota. Esos futbolistas que no dan una voz mas alta que otra pero que demuestran que en este mundo del fútbol, un discurso sin voz puede ser perfecto pero si no suena no se oye. Y ellos hacen que se oiga todo, que la grada ruja, que la palabra Gol haya retorcido los cimientos del Sánchez-Pizjuán estos años domingo si y el otro también. Magos que juegan entre líneas que son capaces de leer el fútbol que ni siquiera está escrito entre esas líneas. Dos que son y serán siempre uno di noi.

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