• El Dilema de Castedo

    by  • 3 mayo, 2018 • Fútbol, Sevilla

    (Escuchando de fondo “Yo te sigo” de Los Calzones Rotos)

    Siempre yo te sigo a todas partes

    a veces yo no puedo pero quiero

    agradezco, la alegría que me das.

    Solo hay que echar un vistazo al pasado mas reciente para comprobar la tremenda (r)evolución tecnológica y digital que hemos vivido en los pocos años que lleva el siglo. Ahora puedes ver en tiempo real casi cualquier partido que te apetezca, no ya de las grandes ligas, sino de cualquiera. Sin embargo, no hace tanto, para ver a tu equipo jugar fuera en la liga española tenías que esperar que lo diese la autonómica el sábado o el Plus el domingo. En segunda, esto entró después pero era igual: sábado por la tarde en Canal Sur o matinal del domingo en codificado. Por tanto, los que gustábamos viajar ocasionalmente intentábamos hacerlo en partidos no televisados para así poder mas veces al equipo.

    No obstante, aquel choque en Murcia cuadraba para acudir, ya que no había que cruzar España y era por la mañana. Además, el equipo seguía líder en la tabla de segunda división pero se tambaleaba un poco tras caer por la mínima en Ipurúa donde se tuvo la peor noticia posible acumulada al nulo embolse de puntos; David Castedo había visto la quinta amarilla.

    Aquel Sevilla de Caparrós tenía varios jugadores importantes pero David tal vez fuera el que mas porque no había plan B ya que el menudo lateral no se lesionaba nunca. De hecho, David jugó 40 partidos de los 42 ligueros de ese año, mas que nadie y los 40 titular. El problema era gordo ya que Caparrós tenía dos pobilidades: o colocar un remiendo (el canteraño Marañón, un melenudo y espigado futbolista sin experiencia y un central como César Caneda eran las opciones) o “tocar” dos líneas sacando a Pablo Alfaro del central zurdo y reconvirtiéndolo a banda. Quién iba a ocupar el flanco siniestro de la defensa fue la comidilla de la prensa local en aquella última semana de enero de 2001.

    Tras un cómodo viaje nos alojamos en el mismo hotel del equipo. Dimos una generosa vuelta por la ciudad, que terminó con una copiosa cena en unos de los restaurantes mas conocidos de Murcia. Tras ello, unas copitas y vuelta al hotel a descansar. El partido, como antes dije, era a las 12 de la mañana y algo había que dormir ya que tras el mismo quedaban 500 kilómetros de vuelta hasta tierra Santa.

    No recuerdo la hora exacta de vuelta, pero estaba bien entrada la madrugada por lo que iban a ser pocas las horas de sueño. La noche era fresca pero agradable por lo que volvimos andando mientras debatíamos cómo iba a resolver Caparrós el Dilema de Castedo: ¿Sacaría de su posición al mejor central? ¿Pondría otro cualquiera para así no tocar dos líneas? En ello estábamos cuando cruzamos el umbral del Hall y, para nuestra sorpresa, vemos en un sillón sentado a Don Joaquín Caparrós Camino que nos dio las buenas noches.

    Diecisiete años después, sigo con la duda. A las tantas de la mañana ¿qué hacía allí Caparrós cuando en escasas horas tenía que jugar el Sevilla un partido? ¿Algún futbolista había salido y quería pillarlo in fraganti? ¿Estaba nervioso? ¿O, simplemente no sabía cómo resolver el Dilema de Castedo?

    Novecientas semanas mas tarde, Joaquín tiene varios dilemas que resolver para los que no sabe si tirar del corazón o de la cabeza. ¿Debe jugar Nzonzi o lo tiene que hacer el hambriento Roque? ¿Futbolistas de calidad pero indolentes deben seguir siendo indiscutibles o hay que tirar de los que sienten como él, tipo Carlos Gardel, Pocito o Carmona? Estas y muchas preguntas estarán en la cabeza del bueno de Joaquín cuando en el sillón de su casa le de vueltas a qué es lo mejor para su Sevilla.

    Porque si. Porque es su Sevilla, nuestro equipo. Un Sevilla enfermo, débil y miedoso. Un Sevilla, su Sevilla, tu Sevilla, que necesita a todos juntos y unidos en pos de un objetivo que, en ese enero de 2001, se antojaba quimérico a corto plazo pero que en mayo de 2018 resulta imprescindible para un club de la dimensión del actual. Y ello solo se puede lograr bajo dos premisas: cohesión y unidad. Desde el primero de los sevillistas, esto es, el Presidente de la Entidad, hasta el último eslabón de la cadena que conformamos los meros aficionados tenemos que remar juntos sabiendo que el partido de la Real es el primer día del resto de nuestra vida.

    Los tres puntos se tienen que quedar en casa y para ello resulta vital el apoyo de una grada que debe aparcar por un instante el recuerdo de las humillaciones sufridas para convertir Nervión en un infierno y una gozadera. Durante 90 minutos, once tíos se van a dejar el alma por nuestro escudo, no tengaís duda; Joaquín y el séquito de sevillistas de cuna que le acompañan se encargarán de ello. En la garganta de todas y cada una de las mas de 40.000 almas que nos vamos a dar cita en el partido no puede existir dilema alguno. Sin quiebra ni duda. Cuando termine el partido o cuando pasen las cuatro fechas, Pepe Castro Dimisión, Rico Vete Ya o lo que sea me parecerá bien porque quien paga, exige. Si cuando termine la liga se recrudece la Guerra Civil, lo entenderé. Pero hay que ser lo suficientemente inteligentes para saber que la única opción que hay de ver a nuestro Sevilla en una competición que tantas alegrías nos ha dado y que tanta gloria ha traído a la ciudad es estando todos juntos a muerte con los que sudarán el escudo.

    Aquel día el Sevilla empató a uno contra el Murcia de Pepe Mel. Un gol del Nico Olivera al inicio del choque fue contrarrestado pronto por otro de Timpani, un argentino que si se ponía una media de cada color se daba patadas a el mismo. El Dilema de Castedo lo resolvió Joaquín sacando a Pablo de sitio y colocando a Loren Morón padre junto a Tiburón Prieto en el eje. A la larga, aquel Sevilla que remaba en una sola dirección comandado por Monchi, Caparrós y Roberto Alés terminó como campeón de la categoría.

    Se lo debemos a Marchena y Gallardo. Al Mariscal del área y a Caparrós. Se lo debemos a Don Roberto Alés, carajo.

    Siempre y Solo Sevilla Fútbol Club. 

    Siempre yo te sigo a todas partes

    a veces yo no puedo aunque lo deseo

    pero yo te quiero de verdad.

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