• El fulbo de Garrafa

    by  • 16 diciembre, 2014 • El Trinche Carlovich, Fútbol, Historias • 3 Comments

    POR EL TRINCHE CARLOVICH (@EltrincheCarlov)

    (Escuchando de fondo “Tema de Garrafa” de Martín Alvarado)

    La historia del mes de diciembre va de uno de esos peloteros sobre cuyo estilo de entender este maravilloso deporte tenemos especial predilección en esta sección (Hatzipanagis). Un tipo de futbolista que predominó en las canchas argentinas de finales de siglo, al abrigo del magisterio de D10S. Y es que, como hijos del pelusa, nacieron en la década de los 70 un ramillete de zurdos mágicos con características comunes: gambeta anárquica, golpeo demoledor, precisión milimétrica en el pase y técnica exquisita, pero al mismo tiempo recios y de carácter. Y siempre con el 10 a la espalda. Jugadores secundarios pero que en esta casa maravillan. Peloteros como el tito Pompei o el mago Capria. Jugadores como el garrafa.

     

    -¿Qué sensaciones te deja un caño bien tirado?
    -Es una alegría por la gente a la que le gusta el buen juego. Hoy no hay muchos jugadores que se animen a tirar caños o tacos, pero quizá no lo hacen por miedo a que les digan algo. Todos los jugadores creen que cuando les tirás un caño los estás cargando, y no es así. Que me tiren un caño a mí. Y si vamos perdiendo se los tiro igual. Es raro, se critica que uno tire un caño, pero no al que te pega una patada en la nuca.

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    José Luis Sánchez nació en el seno de una familia muy humilde el 26 de mayo de 1974. Su padre, Don Francisco, tenía que trabajar infinidad de horas al día llevando garrafas de gas para que hubiera un plato de comida en la Villa La Jabonera de Tablada, suburbio bonaerense donde creció la familia Sánchez. Debido a su trabajo, a Don Francisco lo conocían como “el garrafa” y su hijo José Luis heredó el apodo que le acompañaría en su vida futbolística.

    Como es de sobra conocido, las villas del extrarradio de Buenos Aires son lugares donde anida la delincuencia y la droga por lo que la familia trabajó con denuedo para poder salir de aquel sitio, cosa que lograron cuando el joven José Luis tenía 13 años. Los Sánchez se pudieron mudar a la localidad de Laferrere, perteneciente a la provincia de Buenos Aires, a 20 kms de la capital, donde el garrafa conoció a Alicia con 14 años, la mujer de su vida. Como cualquier chaval de su edad, se divertía en el potrero de la localidad donde además de demostrar su personalidad arrolladora curtida en la Villa, empezó a enseñar que aquella zurda tenía algo.

    El futbolista habla de la importancia de la concentración, de lo que tiene que hacer en el partido, y yo no. Yo no pienso, vengo a jugar, a divertirme. Hago la entrada en calor y estoy bailando, estoy jodiendo

    Porque el garrafa era así. Especial. Un jugón descarado y dotado de un carácter innato, capaz de echarse el equipo a la espalda si era necesario. Un chaval con dos pasiones: el fútbol y las motos. Hincha furibundo del Deportivo Laferrere, inferiores en las que creció como futbolista, pasó de animar en la Barra Brava (en la parte superior de la grada está su nombre) al césped, debutando con el primer equipo en 1.993 cuando el equipo de su alma estaba en la Primera B Nacional argentina (equivalente a nuestra segunda división). Con su primer sueldo se compró una moto, cariño que marcaría el resto de su vida y motivo por el que empezaron a llamarle «loco»: desarrolló querencia infinita por el escape libre y la velocidad. Fue la época dorada del Lafe, ya que en toda su historia el equipo blanquiverde sólo ha estado en la segunda categoría del fútbol argentino entre el 90 y el 95. Con el descenso, el club prácticamente entró en quiebra por lo que terminó dejando el Lafe. Garrafa estuvo cuatro temporadas, pero tuvo que salir para buscarse la vida futbolística ya que no le pagaban. En ese tiempo y con 22 años, sucede una anécdota que pudo marcar su vida deportiva.

    Algo que mucha gente no recuerda es que Carlos Salvador Bilardo entrenó a Boca Juniors. Fue sólo un año, donde el equipo xeneize quedó quinto en un plantel hecho a contraestilo plagado de jugadores de ataque, en una temporada rarísima donde igual Maradona falló 5 penaltys seguidos, le metieron 4 a River en el clásico o encajaban un 0-6 contra Gimnasia. Preparando ese Clausura del 96, Boca jugó un amistoso contra Laferrere. Cuenta la leyenda que el partido de entrenamiento fue tan bien que el narigón, en una de las suyas que tan bien conocemos por Sevilla, dijo que, al día siguiente, en el mismo campo y a la misma hora, Boca y Lafe jugarán otra vez. “Que solo cambie una cosa. El 10 del Lafe, el pibe ese que llaman Garrafa, jugará con Boca”

    Al día siguiente el loco coge su CBR 600 y desde su barrio se dirige a la cancha para debutar con Boca por expreso deseo de Bilardo. Sale muy temprano para que nadie lo vea, pero no contaba con que el narigón es un loco total del fútbol que llega siempre el primero para preparar absolutamente todo a su gusto. El caso es que Don Carlos Salvador iba de copiloto en la furgoneta de Pumpido cuando la casualidad quiso que en un semáforo se parara al lado del Garrafa. Allí, sobre la marcha, le dijo que no jugaría con Boca ese día. Bilardo, desconozco si por manía o por cuestiones de seguridad, nunca quiso en futbolistas que andaran con motos. Lo curioso es que eso pasó estando Alicia embarazada por lo que sólo unos meses después se compró un Fiat para montar a su pequeña Bárbara.

    El tema es que no tenía con qué ir hasta allá, porque no hay colectivos, me mandaba con mi moto, .(…) Yo sabía que no podía andar en moto, pero, ¿iba a ir a dedo? Por eso digo que no me arrepiento”. Si no iba en la moto, directamente no iba. No tenía otra. Trataba de ir más temprano, antes de que llegue el micro, para que no me vea nadie…
    -¿A cuánto ibas ese día?
    -Y ligero… a ciento y pico

    Como digo, no le pagaban y, por mucho que quisiera a Lafe, tuvo que salir a buscarse el pan para su familia. En la 96/97 ficha por El Porvenir, un humilde equipo de Primera B Nacional B argentina (equivalente a nuestra segunda división B). Allí lidera al Porve al que hace campeón en unos años donde juega a ritmo de tango y firulete, desarrollando el mejor nivel de toda su carrera, según alguna vez manifestó. A los dos años le llega una oferta de Uruguay, la cual acepta. Estará en el Bella Vista de Montevideo en la 99/00, época gloriosa del modesto club uruguayo que había llegado el año anterior a cuartos de final de la Copa Libertadores, hito histórico de la entidad charrúa que fichó incluso a Sergio Batista como técnico. Pero la desgracia se cebó con el garrafa ya que su padre, su queridísimo Don Francisco, enfermó de cáncer, quién sabe si derivado de tantos años descargando aquellas tóxicas garrafas de gas. Después de jugar el domingo en Uruguay, viajaba a Argentina para meterse dos días (el lunes el Bella Vista descansaba) en la habitación de un hospital de Buenos Aires para cuidar al viejo. De hecho, cayó en algo parecido a una depresión y estuvo diez meses prácticamente alejado de las canchas. Su padre falleció ese año.

    Banfield, que jugaba en Primera B Nacional argentina, lo recuperó en 2001 para el fútbol y ahí vivió su mejor momento futbolístico. Debutó metiendo uno de los seis goles que encajó Chicago ese día, lo que sería el preludio de una temporada fantástica ya que el Taladro, de la mano del 10 de garrafa, ascendió a la máxima categoría del fútbol argentino. En esa temporada nuestro loco es el 2º máximo goleador del equipo y anota en el 2-1 de la ida como en el 2-4 de la final contra Quilmes en un partido ya mítico en la historia de Banfield. En el siguiente año, Banfield se salvó del descenso en la última jornada contra Independiente, en otro gran partido de nuestro protagonista. En las temporadas posteriores Banfield se asentó en la cúspide del fútbol argentino clasificándose para la Libertadores e incluso llegando a cuartos de final donde cayó ante River en unas temporadas donde el fulbo de Garrafa lo convierten en mito absoluto del taladro para los restos. Jugador consagrado dentro del fútbol de su país, nuestro 10 recibió múltiples ofertas incluso del extranjero (dijo no a una económicamente muy fuerte del fútbol asiático), pero siguió en Banfield un lustro.

    -¿Qué proyectos tenés fuera del fútbol?
    -Pienso jugar hasta los 35 años y terminar en Laferrere. Aunque esté en la C y tenga que ir gratis. Es mi vida y siempre digo que no tenés que estar besando camisetas para demostrar cuánto querés a un club. La única camiseta que voy a besar es la de Laferrere. Eso no quita que deje todo hoy en Banfield.

    Dicho y hecho. En 2005 deja Banfield como un ídolo en un partido en el que anota (como no, de falta directa) un gol a Rosario y se vuelve a su Laferrere de corazón que estaba en Primera B para derramar en esos años sus últimas gotas de esencia futbolera en el equipo de su corazón. En el barrio, con su mujer nuevamente embarazada (esta vez de un pibe que se llamaría Nico), su hija, sus amigos, su moto y su club, era feliz hasta que llegó el día trágico. Un mediodía jugando a hacer piruetas con su moto, cayó de la misma abriéndose la cabeza contra una esquina. De inmediato ingresó en el Hospital con un cuadro de muerte cerebral. Durante ese fin de semana la conmoción llegó al fútbol argentino y la Clínica fue un auténtico hervidero. Todos querían ver a un ser tan querido en el fútbol patrio y no faltó ni siquiera el gran Carlos Salvador Bilardo esperando el milagro. Pero fue imposible. José Luis Sánchez falleció la tarde del domingo 8 de enero de 2006 y la tragedia estremeció los cimientos del fútbol argentino. Desde Banfield a Gregorio de Laferrere.

     

    Garrafa Sánchez: Estrenan la película

    A José Luis Garrafa Sánchez se le han hecho innumerables homenajes. En su querido barrio de Laferrere se le puso una calle e incluso la cancha donde juega el equipo de sus amores lleva su nombre. Pero el más sentido es sin duda la película documental que lleva su nombre: “El Garrafa: una historia de fulbo” del director Sergio Mercurio, cuyo trailer pueden ver aquí . El estreno fue el 14 de abril de 2012 con un éxito arrollador en aquellos lugares donde el pibe de Villa La Jabonera desplegó su arte con mayor grandeza: los Estadios de Banfield y Laferrere.

    En unos días se cumple el octavo aniversario de su muerte y desde aquí queremos mostrar nuestro homenaje cariñoso a una buena persona, familiar, entrañable y cariñosa. A un futbolista genial, chisposo, recio. Atemporal e irrepetible. Don José Luis “el Garrafa” Sánchez.

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    Si después de este artículo eres un poquito del Lafe o tienes ganas de seguir viendo el fulbo de Garrafa, aquí puedes seguir disfrutando.

    Citas extraídas de esta entrevista

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    3 Responses to El fulbo de Garrafa

    1. Félix Machuca
      17 diciembre, 2014 at 3:14 pm

      Los grandes no se van con un gotero en las venas; nos dicen adiós desde lo alto de la locura. Bonito trincherazo Álvaro. Un fuerte abrazo y sigue destilando licores finos de garrafas futboleras.

    2. Alvaro
      17 diciembre, 2014 at 9:59 pm

      Los trinches sudamericanos son muy agradecidos. Rebuscando, se encuentran infinidad de datos (además de no tener problemas de idiomas, claro)

      Mentiría si te dijese que no se me erizó el vello editándolo. Y lo dejo ahí

      Siempre me tiraron la academia, San Lorenzo y Boca, pero (y aunque sus colores no me hacen chiste) ya un poquito del taladro y de Lafe

      Un abrazo y gracias por tus palabras

    3. 17 diciembre, 2014 at 11:02 pm

      Buena historia, lo tiene todo, hasta un final trágico!! Las verdad es que no conocía a este jugador ¿nunca llegó a jugar en primera? A ver si me veo el documental que tiene pintaca y en el youtube está entero!!

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