• La falacia del hambre

    by  • 30 noviembre, 2013 • Sevilla • 6 Comments

    (Escuchando de fondo Zaguán «Tu reflejo«)

    Estamos en un país donde la incultura de la gente y la ligereza al hablar es tal, que hay ocasiones que escuchas a algunos sentar cátedra sobre Beethoven cuando ni siquiera han visto ninguno de sus cuadros

    (lavozdigital.es)

    Es innegable que el vocablo “lengua” da gran juego por su polisemia. Empezando por su sentido gastronómico y terminando por el glorioso “ese portero lenguarón”, fíjense todos los significados que hay por medio. Además, da para refranes y giros del lenguaje de distinto pelaje. En Francia, por ejemplo, se emplea la expresión Langue de bois (literalmente lengua de madera) cuando alguien señala alguna propuesta que sabes que es falsa, que tiene media verdad, que te está vendiendo una moto o que está vacía de contenido. Por ejemplo, se podría decir que cuando el Ministro Montoro dijo el otro día que los salarios en España no están bajando lo hizo con langue de bois. Del mismo modo también los indios (siguiendo con el inicial chascarrillo chirigotesco, los Arapajoe que joe de ese genio apodado Yuyu) se referían a la lengua cuando decían que los rostros pálidos hablaban con “lengua de serpiente” una vez que caían en la cuenta de que el hombre blanco les había metido cuarto y mitad. En sede sevillana, siempre fui muy fan de “esto es para tener una lengua prestá”.

    Evidentemente la langue de bois está en todos los órdenes de la vida y la vemos todos los días. Si no me creen, pongan el telediario y verán a un señor del Partido X, recriminando a otro señor del Partido Y cierta conducta. Pero, curiosamente, lo que el señor del Partido X “olvida” es que un correligionario de su partido ha sido condenado por exactamente lo mismo hace 10 minutos. La lengua de madera, pero de madera madera lo que tiene es la cara. Como la pata de un paso.

    Y en nuestro fútbol, reflejo histriónico de nuestra circunspecta sociedad, qué les voy a contar que no sepan.

    El Sevilla de los títulos arrasó y arrolló a todo el que se ponía por delante. Cual Atila, fue el uno en el Reino de los Hunos europeo y nunca jamás, ni en los más inimaginables sueños, ningún sevilllón pudimos pensar que nos llevaríamos 6 títulos en 5 años. Y todo esto trajo en los años siguientes (recalco, siguientes) cosas buenas y malas. Digamos que la digestión y la transición tuvo, en opinión del que suscribe, diversos errores de diferente consideración, cosa absolutamente humana por otro lado. Uno de ellos fue determinado tratamiento para con la afición, como alguna vez se ha manifestado. En cierta forma, sólo a los efectos de ilustrar, me van a permitir una exagerada metáfora mitológica; el Consejo estableció una política de Perseo con la cabeza de medusa. Como ya tengo mi trofeo y soy el puto amo, hago lo que quiera contigo. Y a partir de ahí, la primera de las piedras fueron unos incrementos de un 30-50 % en los abonos, y la última la demencial medida de la supresión del abono infantil.

    Tan histriónico tratamiento, salpimentado por una política de comunicación oficial del conmigo o contra mí y a unos mediocres resultados en la competición liguera, coadyuvó a los enormes claros vistos en nuestro Estadio en las últimas dos-tres campañas. Sin embargo, y como suele pasar en este mundo nuestro donde la autocrítica es de boquilla, la culpa fue a recaer en el empedrado. Y una de ellas, aunque no la principal, fue la langue de bois de que ya no teníamos hambre. La típica fábula del pobre harto de garbanzos. Es decir: bajo el argumento falaz de que la gente llevaba 50 años sin ganar nada y que en un lustro fuimos los reyes del mambo, el sevillismo masivo había abandonado Nervión porque ya no se ganaba. Y mire usted, no. En el sevillismo, ese argumento se queda cojísimo ¿La prueba? Pues esta misma

    ¿Y por qué pasa eso? Pues tras el palo, la zanahoria. Esta confusa política del club, a mi modo de ver, se ha ido tamizando en estas últimas temporadas, sobre todo en la actual donde a todo se le ha dado una deriva imprescindible de normalidad. Sinceramente estimo que la institución está volviendo de adecuarse a la realidad, anda sabiendo reinventarse y que el “¿empezamos de nuevo?” se está llevando a cabo -con sus obvios defectos- de una forma real y modélica. Del tratamiento áspero anterior, se ha pasado a una forma de hacer las cosas más suave y próxima a los que sentimos como tú en la que no se riñe tanto al que disiente y si se buscan puentes de plata en aras de una concordia y de unión real. A ello se le ha sumado dos factores importantes. El primero, que parece que en política de precios (y quitando, como digo, el error del abono infantil que espero se subsane en el futuro inmediato) el Consejo se ha enterado de la situación real de la sociedad en todos los ámbitos y de quienes somos y de donde venimos. Y en segundo, que el equipo te ha dado un poquito más. No mucho, porque vamos en la tabla peor de lo esperado y al entrenador se le ha puesto la soga alguna que otra vez en estos cuatro meses de competición, pero sí se nota algo distinto. En general se palpa como hay unión en los estamentos del club, como la plantilla es un grupo cohesionado, que el club intenta resetearse y demás cuestiones que un sevillista de a pie como yo, nota. Yo nunca dejé de ir, pero comprendo al que dejara de ir, al igual que comprendo al que ha vuelto a reengancharse. El tema no es el hambre o el estar saturado. El tema es darle el caramelito a la gente, acercarte un poco a ella, bajar un poco el pistón, postularte como algo más asequible, cariñoso y cercano. Porque, a poco que das, el sevillista te responde.

    Somos una afición compleja. Tan exigente y dura como cariñosa y fiel. Somos ese padre que bronquea a su hijo pero que lo quiere como él no sabe como. O sí lo sabe, que el niño ya va siendo mayor ¿Falta de hambre? Con tres títulos europeos conseguidos hace dos telediarios tendríamos que estar hasta la colcha y, en cambio, 3.000 aficionados se meten 1.000 kms un jueves, en la liguilla previa ante un equipo (con todo el respeto) menor. Hace tres días como el que dice, jugábamos Champions y arrasábamos al que se pusiera por delante. Ahora, con dos novenos en las pasadas ligas y moviéndonos por los medios de la tabla en la actual campaña, las entradas para Granada se agotan con la rapidez que las de los Monty Phyton hasta el punto que el club tiene que pedir más. ¿Que el sevillismo no tiene hambre? El sevillismo ya se puede poner púo de Sánchez Romero Carvajal que seguirá teniendo toda el hambre del mundo porque, aunque a veces no se quiera ver, entre los que tuercen como tú compartes más cosas que el oxígeno. De lo contrario, a ver si eres capaz de explicarme porqué le vas ganando 4-0 al Betis y a 40.000 personas se nos inyectaban los ojos en rojo sangre carmesí diciéndole al portero que subiera a rematar el córner del descuento. En nuestro gen diferenciador está el ser voraz, insaciable, siempre querer más y siempre cuestionarse la paja en el ojo propio antes que la viga en el ajeno. Ese es el sevillismo que yo mamé y ese es el sevillismo que creo que se está reencontrando a si mismo gracias a que todos están (estamos, que yo también soy sevillista) poniendo de nuestra parte.

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    6 Responses to La falacia del hambre

    1. 30 noviembre, 2013 at 10:55 am

      Joder, macho. Amén a todo. Pues no que me he venío arriba leyendo esto.

      Qué razón tienes. A nada que nos den, el sevillismo mata. Tres mil tíos en la playa de Estoril para el reencuentro europeo (consideremos las previas como trámites, dada la endeblez de los rivales), cuando sólo hemos faltado un año de los últimos diez. Si es que eso es así.

      Yo, sin embargo, sigo echando en falta algo de ambición (lo del Betis y Beto no era eso, sino ganas de juerga con otra manita). Pero intuyo que a medida que vayamos creciendo, eso otro también aumentará.

      Enhorabuena, me ha parcido un post sublime.

      Un abrazo.

    2. 30 noviembre, 2013 at 8:49 pm

      Alvaro, completamente de acuerdo si obviamos el pequeño detalle de que no has mencionado la «lengua de nata», exquisito dulce utrerano, entre los usos o significados de lengua.

      Pero es que además incidiría en esa ambición que nos diferencia, que nos hace distintos, mira en la prensa, mira en los propios periodistas, aficionados a un equipo o al sevilla, son reflejo de la afición a la que pertenecen. Si nuestro Sevilla pierde, buscamos nuestros defectos, nuestros fallos e incluso somos, a veces, demasiado duros para con nosotros mismos, y miras a otros y después de cada derrota, de cada ridículo, salen en tropel a buscar excusas, conspiraciones y otras lindezas.

      Somos el Sevillismo, tenemos hambre porque siempre la hemos tenido y seguiremos ahí, donde tenemos que estar, con el Sevilla.

    3. Alvaro
      30 noviembre, 2013 at 9:12 pm

      #1 Gracias por tus palabras, Rafa. Lo de Beto tengo que reconocer que ha sido una licencia poética. Escribiendo reconozco que yo también me estaba viniendo arriba

      #2 Sabes que soy fan de los dulces de tu pueblo. No he hablado expresamente de las lenguas de nata (de cordero) pero sí indirectamente al referirme al sentido gastronómico 😉

      Saludos y gracias por ser como sois, sevillistas.

    4. Alfonso Ramos
      2 diciembre, 2013 at 5:30 pm

      Como dirían los compadres Rafi y Fali, «eso es así».

    5. Luisa
      2 diciembre, 2013 at 6:10 pm

      Me gustan mucho tus post económicos, pero éste… éste rezuma sevillismo por todas y cada una de sus letras. Una vez más, ¡me quito la peineta!

    6. Pingback: Sevillismo de finales y parpadeos | Salmon Palangana

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