El Príncipe (adulto, si es mayor de 8 años)
by alvayanes • 12 agosto, 2013 • Economía, Fútbol, Sevilla • 5 Comments
(Escuchando de fondo a “Sucedió en Beckelar” de Mamá Ladilla)
Que el periodo canicular es propicio para leer textos sobre los que no tienes tiempo en el resto del año es algo en lo que casi todos estaremos de acuerdo. El sosiego que te da el reposo vacacional insta a echarle un vistazo a todo aquello de lo que realmente disfrutas y que el estrés diario te niega la posibilidad de paladear. Pero, al igual que es tiempo para hojear y ojear libros atrayentes, resulta altamente recomendable volver a coger otros que te gustaron en su día, pero cuya relectura -ya sea por lo que el libro”esconde” ya sea porque la amplitud de miras del lector sea distinta- resulta obligatoria por aquello de que una vez desvirgado lo ignoto, la esencia te llega de otra forma. No sé. Cuando me leí por segunda vez hace un par de veranos El Médico de Noah Gordon, la sensación fue radicalmente distinta a cuando lo saboreé por vez primera.
Haciendo uso de esa técnica, en este verano de pérdida por calitas del Levante español (cuéntanos más) le he pegado un repaso a un libro cómodo, fresco y totalmente de actualidad como es El Príncipe de Maquivelo, obra del pasado que nos sirve para comprender a cualquier dirigente del presente que tiene miras de futuro. En esta época de crisis de liderazgo global y de dirigencia difusa en muchos órdenes de la vida, resulta imprescindible su lectura y así lo hice. Pero, como no, mi maquiavélica mente (adjetivo este que nunca entenderé porque tiene como cuasi exclusiva sus connotaciones negativas) me llevó a reflexionar sobre el proceder del Consejo de Administración en el controvertido tema de la campaña de abonos. Cosas de enfermiza mente sevillista, imagino.
En el capítulo XVI, “De la prodigalidad y la avaricia” que deben tener los Príncipes, escribe Maquiavelo
Empezando por las primeras de las cualidades nombradas, digo que estaría bien ser tenido por pródigo. Sin embargo, la prodigalidad, practicada de manera que se sepa que uno es pródigo, perjudica; y por otra, parte, si se la practica virtuosamente y tal como se la debe practicar, la prodigalidad no será conocida y se creerá que existe el vicio contrario. Pero como el que quiere conseguir fama de pródigo entre los hombres no puede pasar por alto ninguna clase de lujos,sucederá siempre que un príncipe así acostumbrado a proceder consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, a la postre, si desea conservar su reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y a hacer todas las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual empezará a tornarlo odioso a los ojos de sus súbditos, y nadie lo estimará, ya que se habrá vuelto pobre.Y como con su prodigalidad ha perjudicado a muchos y beneficiado a pocos, se resentirá al primer inconveniente y peligrará al menor riesgo. Y si entonces advierte su falla y quiere cambiar de conducta, será tachado de tacaño.
Ya que un príncipe no puede practicar públicamente esta virtud sin que seperjudique, convendrá, si es sensato, que no se preocupe si es tildado de tacaño;porque, con el tiempo, al ver que con su avaricia le bastan las entradas paradefenderse de quien le hace la guerra, y puede acometer nuevas empresas singravar al pueblo, será tenido siempre por más pródigo, pues practica lagenerosidad con todos aquellos a quienes no quita, que son innumerables, y laavaricia con todos aquellos a quienes no da, que son pocos. En nuestros tiempos sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombresconsiderados tacaños; los demás siempre han fracasado. (…)
En consecuencia, un príncipe debe reparar poco —con tal de que ello le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse expoliador— en incurrir en el vicio de tacaño; porque éste es uno de los vicios que hacen posible reinar. No hay cosa que se consuma tanto a sí misma como la prodigalidad, pues cuanto más se la practica más se pierde la facultad de practicarla; y se vuelve el príncipe pobre y despreciable o si quiere escapar de la pobreza, expoliador y odioso. Y si hay algo que deba evitarse, es el ser despreciado y odioso, y a ambas cosas conduce la prodigalidad. Por lo tanto, es más prudente contentarse con el tilde de tacaño, que implica una vergüenza sin odio, que, por ganar fama de pródigo, incurrir en el de expoliador, que implica una vergüenza con odio.
Pero dentro de esta tacañería bien entendida que, entre otras cosas, consigue que juguemos competición europea -frente a otros cuya prodigalidad desmesurada los ha terminado por enterrar-, no puedo sino manifestar que no se ha sabido llegar al término medio en el tema del carnet infantil, tornando en ridiculez la avaricia. Veremos sus consecuencias de cara al futuro del aficionado sevillista del mañana.
(lapalanganamecanica.com)
Estimo que lo del carné infantil ha sido una tacañería fútil y mal entendida que ha provocado un efecto Streisand fácilmente evitable. ¿Cuánto ha supuesto la medida? Teniendo en cuenta el número de abonados infantiles, y el caso puntual del padre que antes iba con su hijo, y que, visto el tema, no se ha sacado el abono ni él ni el niño, ¿Cuánto ha ingresado más el club? ¿5.000 euros? ¿50.000? Sin duda alguna, vistos lo resultados, el éxito del número de abonados ha sido innegable. El entradón del día del Mladost Podgorica (inciso, vaya tela con los accesos. Vaya tela del telón) demuestra que haciendo todo con un poco de naturalidad, con humildad y autocrítica, bajando los precios y haciendo una planificación seria, reinventándose el león y volviendo a lo que funcionó y sin los Stevadoyens de turno, la gente ha respondido aunque las estrellas se hayan ido. Se han ido los figurones, pero estamos que nos salimos de la ilusión que arrastramos. Es de primero de Nervión saber que basta hacer las cosas con un poco de sencillez para ilusionar a esta afición que renueva en masa ya le pongan catorce lunes o un domingo de agosto a las 23:00. Pero la enorme ilusión que se destila no obsta a que haya muchos aficionados (si no todos, incluyendo a los que no nos afecta la medida) enfadadísimos con la supresión del abono infantil ¿Merece la pena encabronar al personal por una medida que debe suponer una cantidad irrisoria del presupuesto anual? Yo comprendo que hay mucho enterao que se colaba con el carnet de niño y que la picaresca hay que erradicarla. Pero la cantidad de justos que pagan por cuatro pecadores no se merecen esto. Como si ya los horarios y las televisiones no se estuviesen cargando de por sí suficientemente la afición de los chavales, comprometer el sevillista del futuro quitándole posibilidades de acceso en el presente no resulta medida lógica. En la virtud de El Príncipe debe estar la ponderación de medidas y el no matar moscas a cañonazos.
(prensalibre.com)
Que las cosas buenas que este Consejo ha hecho ganan a las malas por goleada, es algo sobre lo que no tengo duda. Pero eso no significa que todo se haya hecho bien. Por tanto, y como mi pasaje preferido de El Príncipe es el de los aduladores, termino con un extracto de dicho Capítulo, en el cual Maquiavelo insta al buen Príncipe a huir de la caterva de pelotas y le anima a escuchar a hombres sabios y juiciosos que le digan la realidad de las cosas. Y aunque el que suscribe tenga lo mismo de sabio que de bético, ejerciendo el espíritu crítico constructivo del que pretendo imbuir a este blog, mi opinión es que el tratamiento para con el abonado no ha sido precisamente una de las virtudes que presiden el proceder de nuestros regentes y que desde la ojana aquella del IPC atomizado en el año del pelotazo deportivo hasta nuestros días, han tenido un tratamiento difuso con los precios de los abonos hasta el punto de que la temporada pasada hemos tenido situaciones surrealistas tal y como se explicó en “Entradas vs Abonos» culminada con la mezquindad ésta de quitarle el abono a los niños. La visión de orejeras que se ha llevado en materia de abonos también tuvo su análisis en “Televisión y Afluencia a los Estadios”. Sin voluntad de nada más que expresar una opinión, todo esto, como tal, lo digo.
Capítulo XXIII. De como huir de los aduladores
Cúmpleme no pasar en silencio un punto importante que conviene a saber: la falta de que con dificultad se preservan los príncipes (si no son muy prudentes, o si carecen de tacto fino).Me refiero a los aduladores de que todas las cortes están llenas y atestadas. Pero se complacen tanto los príncipes en lo que por sí mismos hacen, y se engañan en ello con tan natural propensión, que librarse del contagio de los aduladores les cuesta Dios y ayuda, y aun con frecuencia les sucede que por inhibirse sistemáticamente de semejante contagio corren peligro de caer en el menosprecio. Para obviar inconveniente tamaño bástale al príncipe dar a comprender a los que le rodean que no le ofenden por decirle la verdad. Pero si todos pueden decírsela, se expone a que le falten al respeto. Así, un príncipe advertido y juicioso debe seguir un curso medio, escogiendo en su Estado a algunos sujetos sabios, a los cuales únicamente otorgue licencia para decirle la verdad, y esto exclusivamente sobre la cosa con cuyo motivo les pregunte, y no sobre ninguna otra. Sin embargo, le conviene preguntarles sobre todas, oír sus opiniones, deliberar después por sí mismo y obrar últimamente como lo tenga por conveniente a sus fines personales. Es necesario que su conducta con sus consejeros reunidos y con cada uno de ellos en particular se desarrolle en tal forma que todos conozcan que cuanto más sinceramente le hablen tanto más le agradarán. Pero, excepto éstos, ha de negarse a oír los consejos de cualquier otro, poner inmediatamente en práctica lo que por sí mismo haya resuelto y mostrarse tenaz en sus determinaciones. Quien no procede así, se perderá por culpa de los aduladores (…) Debe preguntar a menudo, escuchar con paciencia la verdad acerca de las cosas sobre las cuales ha interrogado y ofenderse cuando se entera de que alguien no se la ha dicho por temor.
(sociologossinfrontersa.org)
Adenda: al hilo de la tacañería y la prodigalidad, iba a introducir el candente debate surgido este fin de semana por la fruslería de tener que pagar los socios 5 ó 10 euros para ver el partido de ida ante el Slask Wroclaw. Sin embargo, como tampoco quería que me saliera un post más largo que la calle Torneo, desistí en la idea. No obstante, si alguien vía comentario quiere introducir también esa cuestión, gustosamente charlamos sobre el particular
Vaya pasada, tío. Me ha encantado.
Con Maquiavelo me has dado fuerte. En general, cualquier tema histórico me llega, uno que tiene esa afición.
Yo comprendo que el adjetivo «maquiavélico» tenga connotaciones negativas. En general, toda la obra de «El Príncipe» es un tratado sobre manipulación de las cosas para el propio beneficio, en este caso el de un gobernante. Parece que persigue el bien del pueblo, pero no es así. Utiliza al pueblo para beneficio del gobernante. Es difícil imaginar algo más cínico. Claro que si todos salen ganando, pues miel sobre hojuelas. Pero no deja de ser cínico.
Con el tiempo se ha extrapolado el concepto a cualquier persona. Alguien que mueve sus hilos para lograr el máximo beneficio sin quedar del todo mal es tildado de maquiavélico.Pero es que es eso lo que trataba de enseñar Maquiavelo en su obra. Se trata de engañar a todo el mundo, de no mostrar tu verdadera personalidad, sino la que interesa para obtener lo que quieres a la vez que dejas a todo el mundo contento. O lo más contento posible.
Ahora bien, comparar a según qué gobernantes o dirigentes con el ideal de Príncipe de Maquiavelo a veces queda ridículo. Bueno, quien queda en ridículo no es quien compara, sino el gobernante o dirigente comparado. Para mí, lo del carnet infantil o lo de las entradas a 5€ para los abonados no es una acción maquiavélica, sino una torpeza supina. Una ridiculez.
Y estoy bastante de acuerdo contigo cuando haces ver que, en este caso, los dirigentes del Sevilla han demostrado ser de todo menos maquiavélicos. En vez de mover los hilos necesarios para obtener el beneficio que persiguen y quedar bien, lo hacen a las bravas, lo consiguen, pero encabronan al personal. Y eso, según Maquiavelo y cualquiera con sentido común, puede volverse en su contra.
Insisto, me ha encantado el artículo. Y también comprobar que hay más flipaos en el mundo a los que le da por leerse obras del siglo XVI.
Un abrazo.
De acuerdo contigo, sobre todo en ni negativa a aceptar que casi siempre se use «maquiavélico» con connotaciones negativas.
Si te das cuenta, estas medidas no tendrán consecuencias negativas, no se opondrá el pueblo a ellas, sacaremos nuestros carnet sin que exista el infantil (mi hija ya lo tiene) y el estadio,para ser 22 de agosto en Sevilla, presentará una excelente entrada el partido de los 5 ó 10 euros para los socios. Mostrará el pueblo malestar, si, mas no luchará contra ellas.
¿Medidas negativas? Si, pero redundaran a la corta en beneficio de la entidad. Tenemos un problema, me explico, el problema es que el «principe», «alamismavé» que principe es pueblo, ha mamado pueblo, y sabe por experiencia como actua el Sevillista, su pueblo, lo que le da la ventaja de saber que medidas aceptara el pueblo pese a estar totalmente en contra.
El que ha tomado las medidas de quitar el carnet infantil ha actuado de forma maquiavelica, ha tenido en cuenta el sentimiento y forma de actuar de un pueblo para tomar una medida que claramente le perjudica pero que no dejará de aceptar y acatar por el mayor grado de entrega hacia su sentimiento.
Estas medidas tienen parte y parte de tacañería y de consejo de aduladores. A corto plazo le saldrá bien. Y si es listo, que lo es, tornará la medida primera en reversible cuando sienta llegar el perjuicio de la misma.
Un abrazo artista.
Saludos.
Fíjate que yo siempre pensé que El Príncipe era la obra de un finísimo y agudísimo observador político/social. Estaba y estoy convencido de que hubo de componer la obra con un marcado acento paternalista (donde todo son consejos y recomendaciones) porque de otra forma, probablemente, le hubiera ido muy mal.
Intencionadamente, sin dudas, le colocas al lado a Savonarola quien, como ya sabemos, usó una dialéctica directa, extrema, y acabó chamuscado.
Lean lo que quieran y acertarán.
Son dos buenos ejemplos de tendencias críticas. Dos buenos ejemplos de sevillismos en estados puros… solo con un pero: hablamos de sentimientos que están, y estarán siempre, por encima de nombres y personas porque de otra forma no tendría sentido.
Los príncipes no poseen ésa fuerza, ése poder superior que permite que más de un siglo después y tras muchos «príncipes», la idea continue, se desarrolle y crezca.
Y en efecto, «maquiavelismo» está mal usado porque el autor no era perverso y retorcido sino sus personajes. El solo los describe.
Magnífico, D. Alvaro. Otra vez.
Gracias.
Cuídate.
#1 y #2. Muchas gracias, Rafa y Juan. Me han fascinado vuestros comentarios, los cuales agradezco sobremanera por cómo enriquecen el artículo. Ni una coma le quito.
#3. En cuanto a ti, maestro Algarivo, qué decirte…Si mis post sirven para sacarte de tus espaciosos letargos, todo esto merece la pena. Sólo una matización (y no sé si decepción, pero prefiero decepcionar por ser sincero que por fantasmón). Hasta ayer no tenía ni puñetera idea de quien era Savonarola. De hecho, buscando imágenes para ilustrar el post salió y, a partir de ahí, escarbé (mínimamente, eso sí) para ver de quien se trataba. Ni de lejos intentes ponerme en tu plano cultural.
Esperemos que El Príncipe del Nido sepa rodearse de sabios que le aconsejen de forma inmejorable para nuestros intereses y sepa diferenciar el grano de la paja, y el adulador del crítico constructivo. Inteligente es para eso y más
P.D. Y también gracias a los que vía privada o twitera han comentado el artículo. En especial a ti, que me has aclarado ciertas cosas que me olía
Álvaro, en varias ocasiones hemos debatido sobre la hoguera de las vanidades, así que Savonarola ha estado presente, incluso si me apuras…Hypnerotomachia 😉