• ¿Volverán mis oscuras golondrinas?

    by  • 27 enero, 2013 • Fútbol, La firma invitada, Sevilla • 5 Comments

    Por Ignacio Moreno

    Escuchando “Clair de lune” de Debussy una de las melodías que a cualquiera puede transportar a un ambiente romántico. No todas las obras que son reconocidas por la mayoría como esenciales en el movimiento romántico a mi me producen la misma sensación, aunque he de reconocer que quien les escribe tiene la misma sensibilidad que el dedo chico de un rinoceronte.

    Volverán las oscuras golondrinas…” ¿Cómo puede haber algo de romanticismo en unos pájaros negros? El negro para mi siempre ha sido un color nada romántico, más cercano, si cabe, a la muerte que a cualquier otro ámbito de la vida. Pero ahí está el volverán como el paradigma de que cualquier tiempo pasado fue mejor. El romanticismo es así, una golondrina nos parecerá un faisán desde el mismo momento en el que nuestras sensaciones sean alegres y felices, la oscuridad de la golondrina desaparece cuando nuestro ánimo está lleno de colores, aunque sean unos colores nada vivos, nada intensos, pero nos valen para ver la vida desde otra perspectiva.

    El sevillismo ahora se encuentra sumido en el reverso de ese volverán las oscuras golondrinas, ahora es todo lo contrario, ahora nos hablan de mayos floridos y nos echamos a llorar. Estamos de funeral, estamos pasando un luto al estilo de Bernarda Alba en el que hasta tapamos las jaulas de los pájaros para que no lancen sus cantos al aire. Nos molesta ver la alegría, nos apena ilusionarnos.

    El pasado miércoles, cuando volvía a casa tras clasificarnos para las semifinales de copa, recordaron en la radio oficial cuando en el 93 Gustavo Poyet nos eliminaba de la copa en los últimos minutos, privándonos de jugar unas semifinales. Un amigo que venía conmigo confesó que esas eran las primeras lágrimas en sevillista que recordaba, ¡cómo ha cambiado la película!, o cómo dirían Presuntos Implicados “¡Cómo hemos cambiado!”.

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    El sevillismo, cientos de sevillistas acudieron a recibir a Davor Suker y los vencedores de Atenas, yo recuerdo la ilusión cuando fichamos a Zamorano que venía de un equipo suizo desconocido, o cómo todos los veranos esperaba impaciente quién sería el fichaje que los dirigentes de mi club traerían. No había maldinis, ni parabólicas, ni nada que se le pareciese; aquí confiábamos en lo que los que mandaban trajesen. Porque entonces confiábamos en los que mandaban. Luego cuando iba uno al campo, era una fiesta, casi nadie sabía de futbol, los únicos que tenían el carnet de entrenador eran los que se sentaban en los banquillos y poco más…. En definitiva, éramos felices, hasta al cantar el “otro año igual” se entonaba desde gol norte hasta la zona más cercana al palco, en la grada no había trincheras.

    Pero hete aquí, que todo esto ocurrió antes de llegar el amor de nuestra vida, no las golondrinas esas pesás que daban en los cristales, no nosotros nos enamoramos de los papelillos, papelillos de colores vivos, intensos, rojos y blancos, blancos y rojos. ¡Qué cosa más bonita!. Habíamos pasado de pasear, hacer manitas y robar algún beso con la guapita de la clase a ligarnos a un pibón del estilo de Monica Belluci. Y ahí hemos estado dos añitos, comiéndole los morros, paseando con ella por las calles y disfrutando mientras los demás miraban llenos de envidia. No se puede ser más feliz, ahí si son bonitas las golondrinas y hasta cantan divinamente los gorriones.

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    Pero como decían en “Cómo agua para chocolate” si las caja de cerillas felices que tiene uno para disfrutar durante toda una vida las gasta todas en un instante, podemos arder. Y esto está ardiendo.

    No voy a entrar en los porqués ni tan siquiera soy capaz de proponer soluciones. Dicen que en cuestiones amorosas mejor no meterse, y el amor que cada uno siente por su equipo es tan personal que intentar aconsejar a nadie qué ha de hacer para reconducir su relación es meterse en camisa de oncevaras. Mi amor lo reconozco se quebró, estoy irritado, furibundo, asqueado, hastiado, cabreado, y no se a quien dirigirme para que mis sentimientos cambien. Algunos cuando les deja su amor se dirigen a Dios y claman pidiendo explicaciones de porqué les ha tenido que pasar, yo no osaré a dirigirme a nadie de tan alta importancia, pero si aprovecho para pedir que vuelvan las golondrinas, que si, que vuelvan, aunque sean negras, aunque no sea siempre ese mayo florido y hermoso lleno de papelillos, que añoro las golondrinas, que quiero volver a enamorarme, y no me dejan y no puedo.

    Ignacio Moreno

    @ignaciomov

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    5 Responses to ¿Volverán mis oscuras golondrinas?

    1. 27 enero, 2013 at 1:39 pm

      La Envidia es mala consejera. Mejor esperar.

      Sakludos Sevillistas ( Triana1952 )

    2. 27 enero, 2013 at 4:19 pm

      Precioso artículo, Ignacio.

      Ojalá vuelvan esas golondrinas y podamos volver a enamorarnos. Sin duda son malos tiempos para la lírica, pero seguro que llegará algo que nos devuelva esa ilusión, aunque no se parezca en nada a esa Mónica Belluci de la que por un tiempo disfrutamos.

      Un saludo.

    3. Alvaro
      27 enero, 2013 at 8:26 pm

      Iba a decir que no estoy muy de acuerdo con el artículo pero, realmente, es una tontería decir si el artículo es acertado o no. El artículo habla de sentimientos y estos son irracionales. Buscarle la razón a algo tan maravilloso como los sentimientos, los desnaturaliza. Por tanto lo que se escribe desde dentro del corazón siempre es acertado. El que el lector esté o no de acuerdo es absolutamente irrelevante.

      Mis sentimientos son distintos. Mis golondrinas son de otro tipo de las que fueron cuando yacía con Monica Belluci, pero en el fondo no se han ido nunca. Mi Monica ya no está tan buena y hay ocasiones que me pone de los nervios. Pero, por muy irritado y cabreado que esté con muchas cosas, mi amor lo sigue perdonando todo. De momento no se ha roto. No sé si lo hará, pero aquí y ahora sigue tan fuerte como el primer día. Es distinto, tal vez menos pasional y sí más reflexivo, pero la esencia sigue fuerte. Alguna vez puedo enfadarme un poco más y dar un portazo. Pero al minuto ya estoy de vuelta otra vez. Ya no es el arrebato impulsivo del que empieza pero el sustrato sigue ahí.

      Yo entiendo lo que dice Ignacio. Y lo entiendo porque noto que es el sentir de gran parte del sevillismo. Sólo hay que estar vivo, estar en la ciudad, estar en el mundo futbolero del sevillismo de a pie para saber que hay un desencanto generalizado por muchas cuestiones paralelas pero al mismo tiempo imbricadas dentro de nuestro Sevilla.

      Esperemos que os vuelvan. Mi, tú, nuestro Sevilla estará esperando

    4. 28 enero, 2013 at 12:27 pm

      Querido Ignacio,

      bonito comentario. Máxime cuando hablas de sentimientos, que es un tema muy complicado.

      Sin embargo, tampoco estoy muy de acuerdo con tu comentario. Por encima de romanticismos está esa realidad tozuda que acaba imponiendose por encima de todas las cosas. Y el gato escaldado, hasta del agua fría huye.

      La cuestión es que ya son 2-3 años de ilusiones rotas y decepciones varias. Y eso hace que cueste volverse a ilusionar.

      Además los tiempos han cambiado mucho en todos los sentidos desde los dos hitos que marcas. Antes era más difícil llegar a unas semis de copa o a competición europea. Si a eso le sumas que ya no constituyen en sí nada reseñable en nuestra historia reciente, porque metas más altas hemos alcanzado.

      Por tanto, creo que la ilusión volverá en cuanto se vea que hay base real para ello y espero que no volvamos a celebrar unas semis de copa tras eliminar a 3 equipos inferiores que no se han matado por seguir. Porque si volvemos a celebrar eso será que han vuelto a pasar décadas desde la última final o el último título.

      Saludos

      Carlos

    5. 29 enero, 2013 at 11:00 pm

      Intentaré replicar los comentarios sobre el artículo retomando el final, quiero volver a enamorarme. Evidentemente todos los que sentimos en sevillista estamos enamorados de nuestro cluib, pero quizás el éxtasis vivido nos ha hecho olvidar qué también se puede uno enamorar a cambio de nada.

      Los sevillistas que iban a ver a su equipo en bicicleta, o aquellas peñas que llenaban autobúses para ver a su equipo jugar en segunda, tenían el corazón repleto de amor por su equipo, no cabía el odio ni el hastío en aquella relación. Seguramente porque aquel amor humilde, de olla de berzas y pringás en pan prieto, estaba muy alejado de este último de diseño, de sushi de mariscos en palcos vips.

      No se exigía al amado. Ese escudo solo daba, solo ofrecía una camiseta para todo el que quisiera enfundársela y hacerla suya, defendiéndola a muerte, ahora ni tan siquiera la camiseta es de todos, se la han adueñado los mismos que en repetidas ocasiones se presentan como oráculos del verdadero sevillismo. Los que califican, etiquetan y separan

      Esta relación ha pasado del paseo amoroso con la supermodelo, de hacerle el amor en cada esquina, a interponer múltiples vallas y cancelas para poderla ver. Se ha vuelto exigente la muchacha, tan alejada de aquella moza mucho más sencilla, pero que se moría por nuestros huesos. El amor que ésta transmitía era a prueba de bombas, de hecho estoy convencido que ella todavía está ahí, esperándonos a que volvamos desengañados.

      Desde ahí, desde esa humildad, desde ese amor sencillo, es como mejor podremos construir verdaderos proyectos indestructibles.

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